Por: Roberto Morejón
El presidente Nicolás Maduro asume su segundo mandato en medio de una cruzada de Estados Unidos y regímenes de derecha de la región para aislar a Venezuela diplomática y económicamente, ante lo cual el gobierno local tiene un plan de recuperación.
El programa para enfrentar desabastecimientos de productos y medicamentos y buscar divisas trata de sortear los intentos porque Venezuela caiga en default, o sea impago de la deuda.
Es así que le cierran al Estado y a PDVSA, Petróleos de Venezuela, el acceso a los mercados financieros y créditos, como parte de un tortuoso procedimiento trazado en Washington.
El objetivo, respaldado por el denominado Grupo de Lima sujeto a los caprichos de la administración de Donald Trump, es atemorizar a los inversionistas para que declinen comprar bonos venezolanos, renegociar el débito y llevar capitales y tecnologías al país sudamericano.
El propósito es hacer que la economía venezolana zozobre, se amortigüe la influencia del chavismo y los ciudadanos pierdan la confianza en el Palacio de Miraflores.
Lo que se define como guerra económica obligó a Maduro y sus colaboradores a perfilar el Programa de Recuperación y Crecimiento, con el uso del euro, yuan y otras monedas convertibles, menos el dólar.
La Revolución Bolivariana inició un nuevo esquema para el procedimiento bancario del sistema público con mecanismos comerciales novedosos con países de Asia y Europa.
Igualmente trata de evitar que el bolívar soberano, la nueva moneda líder, vaya a parar al laberinto especulativo y a Colombia. Con audacia, el gobierno apeló a la criptomoneda Petro, respaldada por las reservas petroleras y minerales, un signo bancario virtual cuyo valor se determina por la oferta y la demanda.
En medio de indudables carencias materiales y ataques de las transnacionales de la información, Venezuela logró atraer recientemente algunos empresarios foráneos.
En ese sentido reviste importancia la firma de un acuerdo con una empresa de Francia dirigido a invertir en la industria petrolera venezolana un monto de 400 millones de dólares.
Maduro quiere orientar parte de los flujos de capital hacia el rescate de la producción del hidrocarburo y además reveló la existencia de negociaciones con empresarios y funcionarios de varios países.
Los anuncios seguramente irritaron a la administración Trump y a gobiernos como los de Perú, Argentina, Chile y Brasil, a la cabeza de la embestida de la derecha para asfixiar a Venezuela.
A pesar de la confabulación, Maduro asume un nuevo mandato y se dota de una estrategia económica arriesgada, pero necesaria para enfilar al país hacia la reducción de las dificultades.