Por: Guillermo Alvarado
El huracán Idai provocó una catástrofe de grandes proporciones a su paso por varios países de África, con particular daño en Mozambique donde alrededor de 600 personas murieron, miles quedaron heridas y por lo menos un millón fueron afectados por el meteoro más potente conocido en la historia de ese continente.
Como ha ocurrido siempre que la naturaleza castiga con fuerza a un pueblo, sin importar el lugar en donde esté, Cuba movilizó de inmediato a su contingente Henry Reeve que se trasladó con un hospital de campaña hasta el centro del desastre provocado por Idai, ubicado en el puerto mozambiqueño de Beira.
La ciudad, de medio millón de habitantes, fue destruida casi en un 90 por ciento debido a los fuertes vientos de 195 kilómetros por hora que hicieron volar las precarias viviendas.
Mozambique está entre los diez países más pobres del mundo, y allí el 60 por ciento de los pobladores viven en malas condiciones en las zonas costeras, por lo que resultaron blanco de la furia del huracán.
Como explica el profesor Frank Roux, de la universidad Paul Sabatier, de Toulouse, Francia, una cosa es el riesgo y otra es la forma de exposición al riesgo. Inevitablemente un desastre causará muchas más víctimas cuando cuando ocurre en un Estado con poca experiencia en estos eventos, que dispone de escasos medios y donde la infraestructura es particularmente precaria.
Precisamente en el puerto de Beira se instaló el hospital de campaña cubano, donde los especialistas trabajan en una carrera contra el tiempo, no sólo para tratar a los lesionados y sobrevivientes del desastre, sino que también para evitar la aparición de secuelas, que son frecuentes en estos casos.
En la noche del 14 al 15 de marzo la economía de Mozambique quedó destruida a largo plazo, como ocurrió en menor escala en Zimbabue y Malawi, y hay cientos de miles de personas que apenas están comenzando a recibir atención.
De acuerdo con el ministro mozambiqueño de Salud, Celso Correia, existe el riesgo inminente de la aparición de epidemias de paludismo y cólera. De hecho, de esta última enfermedad ya se habla de la detección de numerosos casos.
Además el fantasma del hambre se acrecienta tras la destrucción de cultivos y cosechas. En el ínterin, aquellos que buscan consuelo en el hecho de que este tipo de huracanes solo azotan la zona muy de cuando en cuando, ahora deben enfrentar la evidencia de que el cambio climático los hace, no solo más frecuentes, sino que también más poderosos.
En medio de este panorama desolador, los pueblos afectados por Idai cuentan ahora con el brazo solidario de Cuba que, una vez más, demuestra su voluntad de compartir sus recursos y conocimientos con los más necesitados y vuelve a escribir en África una página de hermandad que estrecha aún más los lazos históricos y culturales, como ocurrió durante las guerras de liberación contra el neocolonialismo o, mas recientemente, en el enfrentamiento a la epidemia de ébola.