Por: Roberto Morejón
Las protestas de los trabajadores de la salud y educación en Honduras pusieron al país en tanta tensión que hicieron recordar la agitación posterior a los cuestionados resultados de las elecciones presidenciales, en noviembre de 2017.
A pesar de la poca repercusión en los medios nacionales de prensa, varias ciudades de Honduras acogieron demostraciones airadas contra el gobierno del criticado primer mandatario, Juan Orlando Hernández,
El estadista, quien pudo sortear la protesta pública por su alegada reelección gracias al apoyo de Estados Unidos, dijo estar dispuesto a aprobar reformas de los servicios de salud y educación que implicarían su privatización.
Las medidas generarían despidos masivos de maestros y profesionales de la salud así como rebaja de salarios.
El gobernante prosigue de esa forma la aplicación de un brutal régimen neoliberal, con puertas abiertas sin regulaciones al capital extranjero e importaciones masivas en detrimento de productores locales.
La estrategia permitió crecimientos macroeconómicos sin lograr la reducción de la pobreza, flagelo que afecta a 60 por ciento de la población.
Un libro publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo puso de relieve una mejor percepción de Honduras de los hombres de negocios foráneos, aunque la economía no tuvo un crecimiento potencial, siguió estancada la estructura productiva y el empleo se contrajo.
El volumen titulado “Honduras: un enfoque territorial para el desarrollo” revela una débil institucionalidad en ese país, alta concentración de sus ofertas exportadoras y escaso valor agregado.
En suma, Honduras padece fragilidad técnica y desigualad de los servicios como el de la electricidad, al que solo tiene acceso 77 por ciento de la población, mayormente de la zona urbana.
En lugar de atacar de raíz los males que agobian a los hondureños, los presidentes Porfirio Lobo y Juan Orlando Hernández emplearon grandes recursos en la compra de armas.
A 343 millones de dólares ascendió la erogación oficial para la adquisición de equipo militar en los últimos seis años.
Las asignaciones sirvieron para aumentar el férreo control de inteligencia y represivo, como el que se pone en marcha al desatarse las protestas.
No por casualidad los hondureños engrosan masivamente las caravanas periódicas de centroamericanos en dirección a México para luego intentar cruzar a Estados Unidos, el país más rico del mundo.
En un contexto de desilusión, paroxismo social, desgaste de los partidos políticos tradicionales y autoritarismo gubernamental se enmarcan las protestas y paros de actividades de los sectores de salud y educación.