Por: Guillermo Alvarado
Las protestas y paros de labores contra el gobierno de Sebastián Piñera se mantienen en Chile, donde circula en estos días una convocatoria para que el próximo 1 de diciembre personas de todo el país se congreguen frente al Palacio de La Moneda para exigir la renuncia del presidente o el cumplimiento de las demandas populares.
El descontento crece sin cesar debido al inepto manejo que el ejecutivo hizo de la crisis, surgida hace ya más de un mes por el alza de las tarifas del metro en la capital y que rápidamente derivó en un conflicto grave ante la inusitada represión desatada contra los manifestantes.
Pronto otros sectores sumaron sus exigencias y fue sólo cuestión de días para que estas se aglutinaran en dos grandes ejes, la salida de Piñera y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva Carta Magna que sustituya la actual, herencia de la dictadura de Augusto Pinochet.
El jefe de Estado se ha mantenido aferrado al poder con el apoyo del ejército y el cuerpo de carabineros, que tomaron las calles en un intento, inútil hasta ahora, de acallar el clamor de la sociedad.
También ha contado con la complicidad de organismos internacionales, entre ellos la desprestigiada Organización de Estados Americanos y la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, la expresidenta Michele Bachelett, que han estado ciegos, sordos y mudos ante las barbaridades que los uniformados están cometiendo contra la población civil chilena.
Los costos humanos de la brutalidad de las fuerzas de seguridad al servicio de Piñera son devastadores. Se cuentan ya más de 25 fallecidos, algunos de ellos en circunstancias extrañas que hacen recordar los momentos oscuros de la dictadura, como la fotógrafa y reportera Albertina Martínez, quien se dedicaba a documentar la represión policial y fue hallada muerta en su casa con evidentes signos de violencia.
Pasan de 200 las personas que perdieron uno o los dos ojos por el empleo de escopetas con perdigones de plomo por parte de los carabineros, una práctica deleznable que provocó rechazo en distintos lugares del mundo.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile publicó un balance con 6 mil 362 detenidos por la policía, entre ellos 759 niños y adolescentes, y alrededor de 2 mil 380 heridos. Se habla también de desaparecidos, torturados y mujeres violadas en centros de detención clandestinos.
Según Piñera, su gobierno está en guerra contra un enemigo poderoso y en cierta medida tiene razón, porque su ineptitud al dar mano libre a militares y policías ha logrado despertar al pueblo, dolido, indignado y desesperado que no parece dispuesto a aceptar paliativos.
Chile es el noveno país más caro del mundo, y también uno de los más desiguales. En 2017 el 1 por ciento más rico de la población se quedó con el 26,5 por ciento de los ingresos totales, en tanto el 50 por ciento de los hogares apenas obtuvieron el 2,1 por ciento de la riqueza nacional.
Los salarios y pensiones bajan, los costos de los servicios públicos suben, la salud y la educación son un desastre, así que no tiene nada de raro que el principal laboratorio continental del neoliberalismo esté a punto de estallar.