Cop25: Cumbre sin vuelo

Editado por Maite González Martínez
2019-12-16 07:42:12

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Por: Guillermo Alvarado

La más larga de las 25 cumbres sobre Cambio Climático finalizó en Madrid, España, con mucho más ruido que nueces, para decepción de organizaciones ambientalistas y personalidades que constataron una vez más la falta de compromiso de los países desarrollados con el propósito de salvar al mundo.

Fue una cita accidentada desde el inicio porque Chile, a quien correspondía organizarla, tuvo que renunciar debido a las masivas protestas contra el gobierno de Sebastían Piñera.

Las reuniones preliminares parecían prometedoras, pero cuando se llegó al llamado segmento de primer nivel el panorama se ensombreció, sobre todo en torno al tema de los “mercados de carbono”, como se le llama a la venta de derechos de emisión de gases de efecto invernadero.

Esto funciona de la manera siguiente: cada país tiene asignada una especie de cuota de gases nocivos, pero si alguno de ellos no la utiliza en su totalidad, puede vender el saldo a otro que la rebase. Así las naciones desarrolladas compensan de alguna manera su exceso de contaminación.

Afinar y regular bien este mecanismo, contenido en el punto 6 del Acuerdo de París firmado en 2015, era uno de los puntos clave de la COP25, pero eso no ocurrió a pesar de que las negociaciones se extendieron casi dos días más de lo que estaba previsto en la agenda original.

La reunión también fracasó en el objetivo de fijar los plazos concretos para la reducción urgente de la contaminación ambiental, como lo demanda la comunidad científica para evitar el llamado punto de no retorno, a partir del cual el daño al planeta será irreversible.

Esta era una de las principales demandas de los jóvenes que participaron en el encuentro, preocupados por garantizar un futuro, no solo a la naturaleza, sino que también a su propia vida.

Lo más que se consiguió fue un descafeinado texto donde se insta a los 196 países miembros a presentar propuestas concretas durante la COP26, que se realizará el año que viene en Glasgow, Escocia.

Es verdad que 80 países se comprometieron formalmente a complir con esta recomendación, pero ellos solo son responsables del 10 por ciento de la contaminación.

Los más grandes emisores de bióxido de carbono, con Estados Unidos a la cabeza, hicieron caso omiso a las demandas de organizaciones ambientalistas.

Otro fiasco fue la falta de reconocimiento de los derechos y el papel de los pueblos indígenas en esta lucha por la vida y el futuro.

Así pues, hubo mucho circo y poco espectáculo, pero mientras tanto el mundo seguirá en peligro por tiempo indefinido porque hay por allí muchos ciegos que no quieren ver, hasta que la fatalidad los alcance.



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