Por: Guillermo Alvarado
En Yemen, el país más pobre del mundo árabe, se está produciendo el desastre humanitario más grave de estos tiempos ante la indiferencia y el silencio de la mayor parte del mundo, que ha preferido ignorar la guerra impuesta a esa nación y sus consecuencias.
Pronto se cumplirán cinco años desde que una coalición internacional liderada por Arabia Saudita, con el apoyo de Estados Unidos y otras potencias occidentales, inició bombardeos masivos con el supuesto propósito de defender al depuesto presidente Abdrabbuh Mansour Hadi.
Los ataques tenían como pretexto combatir a los rebeldes huties, pero en la práctica se centraron en la destrucción de la infraestructura del país. Carreteras, escuelas, hospitales y edificios gubernamentales quedaron arrasados, así como decenas de miles de viviendas.
Esto obligó a los pobladores a escapar para salvar sus vidas y refugiarse en precarios campamentos, donde carecen de lo indispensable para satisfacer sus necesidades.
Debido al hacinamiento, la falta de agua, medicamentos y las malas condiciones higiénicas, se desató una grave epidemia de cólera que profundizó la crisis humanitaria de gigantescas proporciones, agravada por el hecho de que los principales puntos de acceso de ayuda están bajo fuego de los contendientes.
La llegada del nuevo año no significó alivio alguno para estas personas, cuyo destino parece estar al margen del resto del planeta.
Según agencias de la ONU, casi 20 millones, es decir dos tercios de la población total, requieren asistencia y de ellos diez millones están al borde de la hambruna y la muerte.
La organización Save The Children denunció que unos 85 mil niños menores de cinco años perecieron por desnutrición en los últimos tres años y decenas de miles están asediados por el cólera, el sarampión y el dengue.
En el interín, la guerra en lugar de disminuir se ha complicado aún más. Los huties controlan el 20 por ciento del territorio, donde vive el 80 por ciento de la población y en el resto del país, en lugar de dedicar esfuerzos a la reconstrucción, se han creado grupos armados que presuntamente apoyan el retorno de Mansour Hadi, refugiado en Arabia Saudita.
Estas milicias combaten entre ellas por territorios y poder, creando una especie de una guerra civil dentro de otra. Resulta increíble cómo abundan las armas en un país donde falta todo lo indispensable, como agua, comida, medicamentos, ropa, viviendas y escuelas.
Además del ansia de riqueza de fabricantes y vendedores de arsenales bélicos, Yemen es víctima de intereses geopolíticos, ávidos de controlar el paso estratégico del Golfo de Adén y el mar Rojo, donde transitan millones de barriles de petróleo que alimentan la industria occidental. ¿Será esta, quizás, la causa de la indiferencia ante la muerte de todo un pueblo?
Yemen, la tragedia olvidada
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