Extrema derecha se aisla

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2020-01-20 07:56:43

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Foto: Depositphotos.

Por: Guillermo Alvarado

Los presidentes de Brasil, Jair Bolsonaro, y de Guatemala, Alejandro Giammattei, representantes de la más rancia derecha conservadora en la región, tomaron medidas que los conducen al aislamiento en el área y la sumisión a las políticas agresivas que mantiene Washington contra varios países latinoamericanos y caribeños.

Bolsonaro, que hace rato viene transitando por esa ruta, anunció su ruptura con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, un espacio de diálogo creado para que las naciones pudiesen abordar sus problemas y realidades sin la presencia de potencias continentales y extracontinentales.

Ya antes había abandonado la Unión de Naciones Sudamericanas, UNASUR, y en la Asamblea General de la ONU, en un acto insólito en nuestra región, votó contra la resolución cubana para poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero que Estados Unidos aplica contra el país caribeño.

El excanciller de Brasil, Celso Amorim, dijo en declaraciones a Pedro Bieger, director del portal NODAL-Noticias de América Latina y El Caribe, que Bolsonaro está destruyendo un rico patrimonio diplomático que viene no sólo de los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, sino de 30 o 40 años atrás.

Agregó que hay una sumisión total a la política de Donald Trump, que además de ser xenofóbica tiene implicaciones ideológicas muy fuertes y que exige una adhesión total. La CELAC, señaló Amorim, no sólo molesta a Trump por ser una organización donde no están Estados Unidos y Canadá, sino porque su programa incluye el diálogo con otras regiones, como Rusia y China.

El retiro de Brasil de la CELAC también representa un peligro para sus vecinos, porque implica abandonar la Declaración de La Habana, de enero de 2014, donde se establece que América Latina y El Caribe es una Zona de Paz, libre de armas nucleares y donde el diálogo sea la vía para resolver cualquier controversia.

Respecto a Guatemala, llama la atención que la primera decisión de política exterior de su flamante presidente, Giammattei, haya sido romper definitivamente las relaciones diplomáticas con Venezuela, una decisión con dos aristas.

Por una parte es una forma de congraciarse con Trump desde el primer día de su gestión, la manera de decirle que tendrá en su gobierno no tanto a un aliado, como a un humilde servidor, y también una señal a sus vecinos de por dónde irá el rumbo.

Pero también hay una dosis de rabieta personal, porque pudo esperar unos días, hasta semanas, para anunciar algo que ya estaba cocinado de antemano.

Resulta que Giammattei, en una acción fuera de todo protocolo, respeto y mesura, el 12 de octubre pasado pretendió ingresar a Venezuela de una manera artera para entrevistarse con Juan Guaidó. Se presentó en el Aeropuerto Internacional de Caracas con un pasaporte italiano, nacionalidad que también tiene, quizás para pasar desapercibido, cosa que no logró y fue invitado a abandonar el país de inmediato.

La Cancillería venezolana explicó que la visita de un dignatario extranjero, y él ya era entonces presidente electo, debía coordinarse bilateralmente y la persona en cuestión presentar la documentación del país donde ejerce su función, y no de un tercero.

En las acciones de Bolsonaro y Giammattei hay un factor común, su adhesión a Trump, y ninguna de ellas les aporta ni brillo ni valor, pero si bochorno, aislamiento y rechazo de las personas sensatas, que las hay todavía.



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