Por: Guillermo Alvarado
La esclavitud quedó formalmente abolida en Estados Unidos en 1865, tras la aprobación de la décimo tercera enmienda a la Constitución; la igualdad de derechos civiles debió esperar un siglo más, hasta 1964, pero todavía hoy ser negro o de otra minoría étnica es muy peligroso en ese país.
Así lo pone en evidencia, por ejemplo, la pandemia de Covid-19 que mató ya a casi 104 mil personas, de las cuales el 25 por ciento por ciento pertenecen a la comunidad afroestadounidense, cuando ellos representan apenas 13 de cada 100 habitantes, según datos del portal Democracy Now.
Un estudio publicado en “The American Interest” corrobora que en Nueva York, en el barrio más exclusivo del lujoso Manhattan la tasa de contagios es de 3,52 por cada mil, mientras en el más pobre del populoso Queens se eleva al 31,95, casi diez veces más.
Pero si hacía falta un botón de muestra de lo que en la principal potencia mundial vale la vida de un negro, ese fue el cruel asesinato de George Floyd perpetrado por un policía blanco en la ciudad de Minneapolis, estado de Minnesota.
Este acto ha levantado una ola de indignación y rabia en numerosos puntos de ese país, atizada por el comportamiento del presidente Donald Trump.
Cuando ocurrieron los primeros choques entre la población y la policía, el jefe de la Casa Blanca llamó matones a los manifestantes y utilizó la controvertida frase de que “cuando empiezan los saqueos, empiezan los disparos”.
La red Twitter, en pleno conflicto con el presidente, calificó esa expresión como una incitación a la violencia.
La amenaza no detuvo las protestas, que el fin de semana se extendieron por 30 ciudades estadounidenses, incluida Nueva York donde duraron toda la noche del sábado y parte de la mañana del domingo.
Jennifer Hochschild, profesora de la Universidad de Harvard, dijo en reciente entrevista con la cadena británica BBC que todo parece indicar que Trump está más interesado en atizar el fuego que en apagarlo.
En medio de una economía alicaída, crear un enfrentamiento racial a gran escala será un buen argumento para movilizar hacia las elecciones de noviembre al votante promedio del presidente, formado por un segmento de población blanca, protestante y profundamente racista.
¿Será esa la verdadera razón, y no una habitual muestra de estulticia, del tuit lanzado por Trump donde amenaza con disparar a los manifestantes?
De ser así estaríamos ante una peligrosa muestra de perversidad racista de un hombre al que no le importaría incendiar a su país, para reinar sobre sus cenizas.