Por: Guillermo Alvarado
Los grandes males que en la historia han azotado a la humanidad nunca suelen llegar solos, porque unos se alimentan de otros como ocurre con la actual pandemia de Covid-19, que hundirá en el hambre a millones de personas, sobre todo en los lugares más vulnerables del planeta.
Así lo reiteró el secretario general de la ONU, Antonio Gutérrez, al advertir que los sistemas de producción y distribución de alimentos están fallando y la crisis sanitaria hace empeorar las cosas.
No se trata de palabras vacías. Antes de comenzar la enfermedad que hoy afecta a unos siete millones de seres humanos y ha matado a más de 400 mil, ya el problema nutricional era grave.
En un mundo capaz de satisfacer esta necesidad a sus 7 mil 800 millones de habitantes, había 820 millones de personas pasando hambre, algo que más que una paradoja resulta una injusticia tremenda, o un crimen si usted lo quiere ver de esa manera.
Como consecuencia, 144 millones de niños menores de cinco años sufrirán durante su desarrollo de serias deficiencias físicas e intelectuales por la desnutrición crónica sufrida en esa etapa decisiva de la vida, lo que los condena a un futuro de igual o mayor pobreza.
Si bien se habían logrado escuetos avances en la lucha contra ese mal, la Covid-19 amenaza con echarlo todo por la borda y empujar a 49 millones adicionales de seres humanos a la pobreza extrema, es decir al hambre.
En América Latina y El Caribe serán unos 14 millones de personas que quedarán vulnerables a la inseguridad alimentaria debido a la pandemia.
No se trata nada más de que falte comida en los mercados por las fallas en las cadenas de distribución, sino de que aun habiendo oferta, muchas familias no tienen los recursos necesarios para adquirirla y no existen mecanismos institucionales para suplir estas carencias.
Según Miguel Barreto, director regional del Programa Mundial de Alimentos, PMA, todavía se está a tiempo de evitar que la pandemia de Covid-19 se convierta en una pandemia de hambre.
Los sitios más amenazados en este momento son Haití, donde la pobreza es endémica, y el llamado “corredor seco” centroamericano, que afecta a Honduras, El Salvador y Guatemala.
El PMA llamó a la cooperación para crear programas de atención y protección social a los que perdieron su trabajo y ampliarlos a otros grupos, como los migrantes y las personas sin empleo formal. De lo contrario el daño causado por el SARS-CoV-2 será desastroso y lo pagarán incluso las generaciones futuras, que verán truncado suporvenir.