Decenas de refugiados huyen con sus enseres del campo de Moria, pasto de las llamas (X03929)
Por: Roberto Morejón
Con la destrucción del mayor campo de refugiados en Europa, el de Moria, en Grecia, salieron a la luz nuevamente los criterios opuestos de los países de la región sobre el tratamiento a los migrantes.
Varios incendios devoraron el asentamiento de refugiados en la isla griega de Lesbos y si bien las posibles causas son motivo de controversia, el hecho más llamativo es la denuncia sobre las graves condiciones de hacinamiento en la instalación.
Organizaciones NO Gubernamentales demandaron investigaciones sobre las responsabilidades de la Unión Europea en la protección de las personas recluidas en Moria.
Diversas fuentes señalan que la tragedia era evitable dadas las imputaciones sobre la aglomeración en el lugar.
Con capacidad para 2 mil 500 personas, el recinto albergaba a 12 mil 500 en circunstancias higiénico-sanitarias deplorables, cuyo efecto empeoró ante la pandemia por la COVID-19 .
Calificado de inhumano para vivir, Moria acogía a migrantes de más de 70 países que, como casi todos los que se encuentran en esa modalidad, huyen de la violencia y pobreza.
Al parecer, las duras reglas de confinamiento con motivo del peligro del virus SARS-Cov-2, asociadas a la lastimosa situación del emplazamiento, agotó la paciencia de los recluidos.
Ahora se exponen al renacimiento de tendencias xenófobas porque lugareños les atribuyen provocar el siniestro que devastó a Moria.
La ojeriza hacia esos extranjeros NO es exclusiva de regiones de Grecia. El arribo de más de un millón de refugiados en 2015 puso en alerta al Viejo Continente y evidenció las incongruencias de su sistema de asilo.
Quienes alcanzan Europa en busca de empleo y sustento se ven obligados a esperar años en establecimientos inseguros para obtener respuesta a su caso.
Al respecto, los países receptores difieren si deben procesar las solicitudes o negárselas mediante un portazo.
Hasta hora Grecia, Turquía, Italia y España cargan con las mayores admisiones de viajeros, pero alegan estar rebasados y exigen compartirlos.
El ambiente es propicio para desatarse tendencias malsanas, al señalar a los migrantes como focos de peligro y fuente de la COVID-19 .
Sin techo frugal y bajo estigma, los damnificados del incendio en Moria denuncian lo que era una crisis humanitaria y ahora se ha transformado en un infierno, con sus derechos humanos en tierra de nadie.