Por María Josefina Arce.

Las cifras de contagiados y fallecidos siguen creciendo en Brasil, el país de América Latina más afectado por la COVID 19. Sin embargo, el presidente Jair Bolsonaro no reconoce su mala gestión ante la emergencia sanitaria.

La postura y declaraciones de Bolsonaro son realmente preocupantes. El mandatario señala que no ha cometido errores en el enfrentamiento a la enfermedad causada por el nuevo coronavirus, pero sus acciones lo desmienten.

No ha dejado de minimizar una y otra vez la gravedad de la pandemia. Ha desafiado la cuarentena, asistido a mítines sin mascarilla y no ha respetado la distancia requerida para evitar la propagación de la dolencia.

Ya en septiembre pasado la ONU criticó al gobierno brasileño por su ineficaz respuesta a la COVID 19. El organismo internacional cuestionó la postura gubernamental de anteponer los intereses económicos a la salud de los ciudadanos.

En igual sentido se pronunció el ex presidente Luis Ignacio Lula Da Silva, quien acusó a Bolsonaro de convertir la enfermedad en un arma de destrucción masiva en Brasil.

Lula señaló que habría sido posible evitar tantas muertes. Estamos, dijo, en manos de un gobierno que no valora la vida, un gobierno insensible, irresponsable e incompetente.

Lo cierto es que Bolsonaro ha ido de desacierto en desacierto. Su accionar, que los propios brasileños califican de ignorante, llevó a la destitución y renuncia de dos ministros de salud en plena emergencia sanitaria y, para rematar, nombró al frente de ese importante  ministerio a un militar sin experiencia médica.

Precisamente el destituido  Henrique Mandetta apuntó que el absoluto desprecio del mandatario por la ciencia incidió en la propagación en el gigante suramericano de la COVID 19, a la que comparó con una simple gripe.

Ahora ha dicho que no se vacunará, e incluso ha sembrado dudas sobre algunas de estas fórmulas, al tiempo que dice no importarle que el país no cuente con un esquema de inmunización ante la COVID 19.

Brasil contabiliza en la actualidad más de siete millones de contagiados y unos 200 MIL fallecidos. Es la tercera nación en el mundo más afectada por la pandemia, pero eso parece no preocupar al presidente brasileño.