Reuters.
Por: Roberto Morejón
Los demócratas dicen tener una herencia nefasta de los republicanos y estos últimos acusan a la presente administración estadounidense de provocar una ola de migrantes, pero más allá del debate, el problema se agudiza, con violación de derechos humanos.
Dos periodistas estadounidenses pudieron entrar a uno de los campamentos de niños migrantes detenidos, en el estado de Texas.
El lugar, como los restantes, está lejos de la imagen “correcta” dibujada por las autoridades, con miles de infantes concentrados en espacios concebidos para una cifra menor de personas, con pésimas condiciones de vida.
Peor aún, la instalación abierta excepcionalmente al escrutinio reporteril constituye un cultivo para la propagación del nuevo coronavirus.
Las alertas incluyen alarmas sobre menores durmiendo en el suelo y son similares a apreciaciones publicadas por organizaciones de derechos humanos.
Resulta doloroso saber que el narrado será el destino de miles de migrantes envueltos en la peligrosa trayectoria desde Centroamérica hasta la frontera sur de Estados Unidos.
Con la esperanza de que la administración demócrata cambiara la política de mano de hierro del saliente presidente Donald Trump, nuevos peregrinos marcharon hacia lo que consideran la única oportunidad de obtener empleo.
NO pocos padres cayeron en la trampa de los traficantes de personas, quienes difundieron la idea de que al acompañarse con menores de edad aumentaban las posibilidades de ser admitidos en Estados Unidos.
Lo cierto es que si bien allí atienden a niños solos, su destino es el de los campamentos inadecuados, mientras la mayoría de los adultos son regresados a su origen.
Versiones de prensa hablan de cerca de 15.000 niños no acompañados llegados al límite entre Estados Unidos y México en marzo, una situación explosiva.
A pesar de las pocas alternativas para los adultos, una nueva caravana de hondureños emprendió recientemente su éxodo.
Adultos y adolescentes argumentan que perdieron todo, sufren violencia y dos huracanes los llevaron a la calamidad.
En Estados Unidos deberían tomar nota de llamados de líderes juiciosos, como el del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, para aumentar la asistencia económica a países pobres, desde donde salen los tenaces caminantes, y así desmotivar la huida.
Cero sanciones, más ayuda sin condicionamientos, gritan desde la región al sur del Río Bravo.