Crisis alimentaria. Foto: ARchivo/RHC.
Por: Guillermo Alvarado
Un reciente informe especializado señala que, en por lo menos 55 países del mundo, hubo el año pasado 155 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda, cifra que en 2021 podría ser más elevada y no todas las causas radican en la pandemia de covid-19.
Así lo señaló la Red Mundial contra las Crisis Alimentarias, un grupo internacional creado con el objetivo de monitorear las raíces de las insuficiencias nutricionales, así como sus consecuencias a nivel global.
La inseguridad alimentaria aguda es la fase tres de una escala de cinco, donde la cuarta es la situación de emergencia y la quinta la de catástrofe.
Es verdad que todo se ha complicado un poco más con la aparición de la actual crisis sanitaria, pero este penoso fenómeno ya existía y era muy serio antes de la difusión a escala planetaria del nuevo coronavirus.
Así se desprende del listado de países que la Red publicó hace pocas horas, donde se puede observar que los primeros cuatro lugares los ocupan la República Democrática del Congo, Yemen, Afganistán y Siria.
Todos ellos tienen en común estar viviendo conflictos armados, algunos internos y otros impuestos desde el exterior, que destruyeron la infraestructura para la producción y distribución de alimentos.
Los enfrentamientos armados son también causa de hambre y traslados masivos de personas, fuera o dentro de sus propias fronteras, en la región del África Subsahariana.
El décimo lugar en este ominoso recuento le corresponde a Haití, la nación más pobre del hemisferio occidental no porque sea una fatalidad o una opción, sino porque desde hace más de dos siglos está sometida al saqueo y la intervención de potencias continentales o extra continentales.
Otro factor que influye en este problema está vinculado a los cada vez más frecuentes e intensos fenómenos meteorológicos, como ocurrió al año reciente en Centroamérica con el paso de los huracanes Eta e Iota que destruyeron miles de hectáreas de cultivos.
Cientos de miles de familias perdieron las cosechas que debieran servirles para el futuro inmediato, sobre todo en el llamado Corredor Seco, que se extiende desde el sureste de México hasta Nicaragua, donde se prevé que este año aumente el número de personas con inseguridad alimentaria.
Se trata de una crisis que ocurre en medio de otra, la creada por el nuevo coronavirus que dañó la economía, destruyó millones de empleos y sumió en la pobreza a buena parte de la población.
En este panorama ya es utópico hablar del objetivo de desarrollo sostenible de eliminar el fantasma del hambre para 2030, meta que no será cumplida.