Por: Roberto Morejón
La pronunciada incidencia de la COVID-19 conmina a los cubanos a cambiar hábitos, informarse y acatar totalmente disposiciones higiénico-sanitarias.
El gobierno habló claramente y los ciudadanos deben entender que la avanzada vacunación por sí sola no logrará reducir drásticamente la emergencia.
Es cierto que se aplicaron en la mayor de las Antillas casi 11 millones de dosis del candidato a vacuna Soberana 02 y Abdala, confirmada como inmunizante, pero los beneficiados y el resto deben proseguir con las precauciones.
Téngase en cuenta que el ritmo de contagios diarios como promedio en Cuba es de más de 9 mil 100 durante lo transcurrido de agosto y en el mismo lapso de julio el reporte fue de más de 6 mil 400.
No se trata de simples estadísticas, sino de la evidencia de cómo cada individuo en su puesto de labor, vivienda o cuando requiere salir a la calle por necesidad, tiene el imperativo de asumir las obligaciones derivadas de una crisis sanitaria.
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, alertó que el país “está en el límite de las capacidades de infraestructura, de recursos, de medicamentos y de oxígeno”.
Con tal franqueza, como suelen hacer los dirigentes cubanos, el auditorio ---que es toda la población--- debió interpretar el alcance de tales precisiones y actuar en consecuencia.
“O entendemos esa gravedad y ahorramos, somos más eficientes, más efectivos, nos ponemos de lleno para cortar el contagio o no vamos a tener soluciones”, acotó el Jefe de Estado.
No hay razones para persistir en la celebración de fiestas y onomásticos, violar horarios de prohibición de movimientos y quebrantar estrictas normas dictadas para reducir las entradas y salidas de las provincias.
El gobierno admitió autocríticamente algunos problemas de organización en los servicios, pero a pesar de ello prevalece el gigantesco esfuerzo de decenas de miles de científicos, médicos y técnicos para mantener en funcionamiento los hospitales.
Y ello ocurre en medio de una embarazosa insuficiencia de insumos médicos a causa del bloqueo estadounidense y el golpe de la pandemia en el tesoro público.
Nadie debe engañarse, como instó el Presidente, resulta imprescindible realizar un esfuerzo colectivo para rebasar el muy serio repunte pandémico en Cuba.
Dudar de ello implica hacerle el juego al letal virus.