El Talibán no es un movimiento que se caracterice por su talante pacífico o moderado, y ahora
es dueño de armas. Foto: AFP
Por Guillermo Alvarado (RHC)
El calamitoso fracaso de los aparatos de inteligencia de Estados Unidos, que no supieron calcular la rapidez con que el Talibán se apoderaría de Afganistán, ni el derrumbe total del ejército local que con tanto esmero había preparado el Pentágono, tuvo efectos colaterales muy marcados.
Uno de ellos fue que obligó a las fuerzas ocupantes extranjeras a salir a la carrera de ese territorio, en una retirada que más pareció fuga y que tuvo su punto culminante en Kabul, con imágenes nada edificantes para la primera potencia militar del planeta.
Ahora bien, en este proceso, que el mismo presidente Joe Biden reconoció públicamente como una sorpresa, una buena parte del arsenal bélico de Washington y la OTAN pasó a manos de los talibanes, que fortalecieron de esa manera su poder de fuego sin gastar un centavo.
Hablo tanto de lo que los soldados y mandos de Estados Unidos y sus aliados tuvieron que dejar abandonado, sin darles tiempo de destruirlo, como del impresionante equipo del ejército afgano que se rindió, o se pasó al bando contrario con todo y sus armas.
El analista venezolano Earle Herrera advirtió recientemente del enorme poderío bélico que el Talibán consiguió con la “retirada” de occidente.
Herrera señaló que este nuevo paisaje debe causar mucha preocupación en países vecinos, como Rusia, China e Irán, si bien el intelectual argentino Atilio Borón matiza el asunto al advertir que muchos de estos equipos no se pueden utilizar de inmediato, ni a mediano plazo.
En efecto, dentro de lo que occidente dio al ejército afgano hay 600 mil fusiles M16 y M4, siete mil ametralladoras, 20 mil granadas, 18 millones de rondas de municiones de alto calibre, como 7,62 milímetros y .50, así como casi 80 mil vehículos, entre blindados, de asalto y los llamados Humvees.
Se agregan otros que sólo se pueden utilizar con entrenamiento adecuado, como helicópteros Black Hawk y Apache, algunos aviones F-15, drones y equipos de control cibernético, que quedaron “abandonados”.
Herrera y Borón coinciden en que si bien de momento no todo es operativo, hay otros riesgos en un arsenal tan sofisticado que vale miles de millones de dólares y cuyo destino futuro es por el momento ignoto.
El Talibán no es un movimiento que se caracterice por su talante pacífico o moderado y ahora es dueño de armas que por sí solas pueden valer otra guerra, lo que agrega más responsabilidad a quienes iniciaron y sostuvieron una aventura militar por completo irracional.
Resulta lamentable decirlo, pero el sufrimiento del pueblo afgano está lejos de haber terminado aún.
