RHC
Por María Josefina Arce
Probablemente algunos no perciban que ya desde las aulas de las universidades cubanas comienza el vínculo con las distintas ramas de la vida socioeconómica del país. Con ideas, visiones innovadoras, conocimientos y proyectos dan soluciones a diversas problemáticas profesores y estudiantes, que una vez graduados continúan aportando desde su puesto laboral al avance y bienestar de la sociedad.
Quizás para muchos esa interrelación se hizo más visible a raíz de la llegada de la COVID 19. Estratégico fue el papel de esos centros de altos estudios en el enfrentamiento a la pandemia. Destacan los modelos de pronóstico sobre el comportamiento de la enfermedad causada por el nuevo coronavirus elaborados por la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana.
Estos modelos fueron de gran utilidad para la toma de decisiones y adopción de medidas por las autoridades sanitarias para evitar el contagio y la propagación de la COVID 19, lo que ayudó a disminuir al máximo posible el número de enfermos y fallecidos.
Precisamente esa institución fue reconocida por el apoyo de sus expertos en la lucha contra la dolencia, mientras sus estudiantes protagonizaron igualmente labores de producción y otras tareas de impacto en la comunidad.
También se pusieron en marcha métodos novedosos en busca de que el contacto humano fuera mínimo y evitar la propagación del virus. Profesores y estudiantes del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría crearon un robot para llevar los alimentos a los pacientes sospechosos a la COVID 19 del centro de aislamiento que funcionó en ese centro de altos estudios de La Habana.
Lo cierto es que hay una historia de trabajo conjunto entre los centros de altos estudios y los de investigación. Muy ilustrativa en ese sentido fue la intervención del director adjunto del Instituto Finlay de Vacunas, Yuri Valdés Balbín, en el Congreso Internacional Universidad 2022, que cerró sus puertas este viernes en La Habana, tras cinco días de fructíferos debates.
Hizo referencia el destacado científico a una experiencia en la década del 80 del siglo pasado, cuando fue en un laboratorio de la Universidad de La Habana donde nació la solución a un problema de salud, las vacunas no funcionaban con eficacia en niños menores de dos años.
Asimismo, un diseño de vacuna conjugada también gestado en la casa de altos estudios de la capital cubana posibilitó dar vida al inmuno Quimi-Him, contra la influenza de tipo B, y que después se insertó en una formulación pentavalente.
Pero las universidades trabajan, asimismo, estrechamente con otros organismos como el Instituto de Recursos Hidráulicos y sectores como el de la energía, con soluciones vinculadas a las fuentes renovables y la protección eléctrica.
Mucho han aportado y aportan al desarrollo socioeconómico del país las universidades cubanas, que tienen el reto de continuar acercándose a los sectores productivos y de servicios para seguir trabajando a favor del bienestar de los ciudadanos.