Agentes de la policia en espera por más de una hora. Imagen / cvennoticias.net
Por: Guillermo Alvarado
Es prácticamente imposible explicarle a los padres y familiares de 19 niños y dos jóvenes maestras, que fueron asesinados en una escuela de la localidad texana de Uvalde el 20 de mayo pasado, que alrededor de 400 policías demoraron 77 minutos en reaccionar y neutralizar al atacante.
No hay manera de hallar una razón concreta para semejante indolencia, por lo que es válido que la gente, en particular los dolientes de esta tragedia, hagan su propia evaluación con argumentos como falta de liderazgo, ineficacia, indolencia o cobardía de quienes están llamados a proteger la vida.
Mañana se cumplirán dos meses del segundo tiroteo masivo más letal en los últimos años en Estados Unidos, país que se jacta de ser la democracia perfecta y que es muy rápido para condenar a otros por supuestas violaciones a los derechos humanos, pero incapaz de ver lo que ocurre en su interior.
A falta de resultados concretos en la investigación del caso, hace pocos días se mostraron videos de lo ocurrido en esa ocasión y la indignación y coraje por lo allí visto son perfectamente explicables.
En las cintas está grabado el momento en que el tirador entra a la escuela portando un fusil de asalto AR-15, cuyo uso debería estar reservado sólo para el ejército, pero que se puede comprar con pasmosa facilidad en una tienda.
A los pocos minutos comenzaron a llegar agentes de varios cuerpos de policía, que no hicieron absolutamente nada, como no fuera agolparse durante una hora y 17 minutos en un pasillo esperando quién sabe qué cosa.
Se trata de una lamentable actuación en un país donde hay más armas que habitantes y los tiroteos son pan cotidiano, con un elevado caudal de muertos y heridos cada año.
De acuerdo con la organización Archivo de Violencia Armada, sólo en lo que va de julio han ocurrido 300 incidentes con armas de fuego en el país norteño y en 15 de ellos hubo cuatro o más fallecidos por las heridas recibidas.
A pesar de eso no hay señales de ninguna ley encaminada a prohibir la venta de fusiles o pistolas de alto calibre, porque la Asociación Nacional del Rifle, principal operador de fabricantes y vendedores, sigue manejando los hilos del Congreso federal y los órganos legislativos estatales.
Y es que se trata de un negocio escalofriantemente jugoso. La firma consultora IBISWorld informó que la industria de armas estadounidense está valorada en 19 mil 500 millones de dólares, 22 por ciento más que en 2012.
Para quienes viven de eso, estas cifras son más importantes que el número de muertos que provocan porque, al fin y al cabo, negocios son negocios.