Por. Roberto Morejón
El gobierno y el insurgente Ejército de Liberación Nacional dieron un paso importante hacia la paz en Colombia, al llegar a precisiones en la segunda ronda del diálogo con sede en México, después de una inicial en Venezuela.
Los interlocutores plasmaron una especie de hoja de ruta o agenda para las pláticas, soporte esencial en toda mesa de negociación.
La pauta alcanzada allí debe facilitar las venideras conversaciones en la búsqueda de un gran acuerdo nacional y la reconciliación, fruto de transformaciones estructurales.
Incluso ya el gobierno del presidente Gustavo Petro y los rebeldes esbozan los elementos iniciales para la participación de la sociedad y el cese al fuego, dos de los aspectos más difíciles de tratar.
También el gobierno colombiano y los insurrectos parecen coincidir en la importancia de que la solución política al conflicto de seis décadas abarque compromisos de la totalidad de los poderes públicos, y así la paz de Estado no sea alterada por un gobierno posterior.
Para los observadores, el camino a recorrer está requerido de arduas discusiones, pero coloca en blanco y negro bases mínimas sobre las cuales llegar a avenencias en lo adelante, quizás en
Lo importante es que las partes han recuperado el terreno perdido después del boicot del gobierno de Iván Duque.
Y ha sido así a pesar de que el contexto es sumamente complejo por la incidencia en Colombia del narcotráfico, corrupción, desigualdades sociales y la crisis internacional.
Pero el primer presidente de izquierda en Colombia está empeñado en hablar con todos los actores envueltos en un conflicto interno que ha dejado casi medio millón de asesinatos, más de 120 mil desaparecidos y 7,7 millones de desplazados.
Petro impulsa lo que llama política de paz total mediante diálogos con un abanico de grupos armados.
El país sudamericano no parte de la nada porque en 2016 logró suscribir la paz con las otrora Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, proceso actualmente en implementación no sin contratiempos e incomprensiones.
Para los latinoamericanos y caribeños, en primer lugar, constituye un aliento cualquier paso dado en Colombia para fortalecer el sosiego interno y el estado social de derecho.