Mark Bryant
Por Roberto MOrejón
Mark Bryant es uno de los estadounidenses más ocupados porque lleva el conteo de los tiroteos ocurridos en su país, el cual ostenta el macabro récord en esa esfera a nivel mundial.
Bryant es director ejecutivo del Archivo de Violencia Armada, Gun Violence Archive, una de las fuentes más confiables para tener una idea de ese tipo de refriegas en la nación más poderosa.
Confiesa que hay colaboradores suyos en la pequeña organización sin fines de lucro encabezada por él que pidieron la baja por no resistir la magnitud de la violencia a la que deberían ponerle números.
No es para menos, pues cerca de 170 tiroteos masivos se registraron en Estados Unidos en el año en curso al menos hasta mayo, definidos así porque cuatro o más personas recibieron impacto de bala sin incluir al agresor.
En esos choques, murieron al menos 233 personas, incluyendo a veces los propios atacantes, pero cualquier precisión corre el riesgo de perder vigencia rápidamente.
Dos personas murieron y cinco resultaron heridas durante otro tiroteo, esta vez cerca de un colegio en el estado de Virginia, en momentos en que grupos de estudiantes celebraban su graduación.
Más vidas tronchadas y el pánico constituyen características de esos sucesos de este tipo.
Hasta la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris se hizo eco de encuestas elocuentes. Ella escribió en Twitter que uno de cada cinco compatriotas conoce a alguien que ha muerto a causa de la violencia armada.
Pero ni en el Congreso ni en las administraciones de turno avanzan proyectos drásticos sobre el control de esos artilugios.
Tampoco acongoja que los adultos negros tengan más del doble de probabilidades que los blancos de haber perdido a un familiar a causa de la violencia armada y de haber presenciado cómo disparaban a alguien.
Las autoridades siguen de espaldas a lo que algunos analistas califican como el alto nivel de irresponsabilidad en las armas entre los estadounidenses.
Algunos de los que se atreven a enfrentar el fenómeno se consuelan diciendo que muchos de los atacantes estaban mentalmente desequilibrados, aunque estadísticamente se manifiesta que ese número no ha aumentado notablemente.
No hay otra explicación, casi cada estadounidense tiene un arma en su poder. Limitarlas va contra los negocios de los fabricantes.