Imagen ilustrativa tomada de Archivo/RHC
Por Roberto Morejón (RHC)
La Conferencia sobre el cambio climático atrae atinadamente la atención mundial, al ser la de mayor participación de la historia en las de su tipo y ante las urgencias del planeta por los efectos del calentamiento global.
Más de 140 líderes, personalidades, empresarios y otros invitados asisten en la populosa ciudad de Dubái a la COP28, Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
La concurrencia elevada debería estar en relación con el aumento de los fenómenos meteorológicos inquietantes en diversas latitudes.
El objetivo es claro, asegurar que el mundo se coloque en un carril apropiado para limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados.
Además, en la conferencia de Dubái es oportuno que los países evalúen sus progresos en el cumplimiento de los propósitos estipulados en conferencias anteriores, como la de París.
En ese contexto adverso, resultó una señal de aliento el establecimiento de un nuevo fondo para ayudar a las naciones pobres a hacer frente a los costosos cataclismos de origen climático.
Al hablar en el foro, delegados informaron sobre aportes al fondo, incluido el país sede, Emiratos Árabes Unidos, con 100 millones de dólares.
Al calor de esa avenencia sobresalieron las intervenciones del secretario general de la ONU y del presidente de Brasil.
Antonio Guterres puso a reflexionar al auditorio al señalar que “No podemos salvar un planeta en llamas con una manguera de combustibles fósiles” y abogó por acelerar una transición justa y equitativa hacia las energías renovables.
De su lado, Lula relacionó su discurso en favor del medio ambiente con otras banderas, como el combate al hambre y la desigualdad y los actuales conflictos en curso en el mundo.
Destacó Lula que solamente el año pasado, el mundo gastó más de dos trillones de dólares en armas, una cantidad que podría haberse invertido en acabar con el hambre y el calentamiento global.
En un contexto tan contradictorio, es de esperar que las naciones opulentas cumplan sus obligaciones financieras de forma proporcional a su papel en la crisis climática.
Pero sería insensato ser demasiados optimistas, pues restan en la conferencia numerosos asuntos espinosos por abordar, entre ellos la inclusión por primera vez de un llamado a la eliminación progresiva del uso mundial del carbón, petróleo y gas.
Nada más ambicioso, pero sin dudas esta COP debe representar un espacio para compromisos de largo alcance.
