Europa

por Guillermo Alvarado

En tiempos en que mucha gente, sobre todo en el hemisferio occidental, suele intercambiar saludos, afecto, buenos deseos y voluntad de mejorar las relaciones entre las personas, varios países europeos insisten en demostrar su rechazo y desprecio por los migrantes que intentan llegar hasta ese suelo.

En esta línea, el gobierno de Francia, cada vez más alejado de los principios de igualdad, libertad y fraternidad que iluminaron al mundo hace poco más de dos siglos, aprobó recientemente una ley donde endurece las condiciones para quienes están allí en situación irregular.

La esencia de la citada legislación es que no todos somos tan iguales y aquellos que no tienen un estado legal en ese país tampoco recibirán los beneficios sociales previstos para el resto de los ciudadanos.

Esta distinción, por supuesto, sólo rige para los migrantes no comunitarios, o sea para quienes no llegan de otras naciones de la Unión Europea. Dicho más claro, está pensada en particular para originarios de países pobres de África, América Latina y el Caribe o determinadas regiones de Asia.

Si alguna duda queda del carácter xenófobo de la ley, valga decir que recibió todo el apoyo del partido de la ultraderechista Marine le Pen.

De esta manera Francia se puso al mismo nivel moral que el Reino Unido, donde desde mediados de año rige una normativa para enviar a Ruanda a los solicitantes de asilo mientras se procesa su expediente, lo cual puede ocurrir en un año, cinco, diez o nunca.

Mientras llega la fecha para comenzar las expulsiones expeditas y masivas los encierran en una infame prisión flotante que está atracada en el puerto de Portland, en el sur de Inglaterra.

La barcaza es llamada “Bibby Estockholm” y tiene un largo historial pues ya fue utilizada desde 1994 hasta 1998, para albergar a personas sin hogar, incluidos solicitantes de asilo, en Hamburgo, Alemania.

En 2005 fue trasladada a Países Bajos para detener a indocumentados, hasta 2008 cuando una persona allí recluida murió debido a repetidas negligencias en la prestación de servicios médicos.

Ahora está en Reino Unido, cuyo primer ministro Rishi Sunnak, por cierto, es descendiente de migrantes, sólo que éstos hicieron una fortuna y el dinero en cantidades adecuadas, como se sabe, sirve para borrar muchas diferencias.

Hasta aquí estamos hablando de quienes logran vencer miles de obstáculos y llegan hasta una frontera europea. Muchos, varios miles de ellos, quedan en los caminos o bajo las aguas del Mediterráneo, pero eso, amigos, es otra historia que contaremos también.