Bombardeo israelí causa al menos 45 muertos. Imagen: eldiario.es
por Guillermo Alvarado
Son múltiples las muestras de indignación y condena al brutal bombardeo israelí contra un campamento de refugiados palestinos ocurrido este fin de semana y que dejó alrededor de 45 muertos, cifra que puede ascender rápidamente por la gran cantidad de heridos graves.
Es un nuevo crimen de guerra que se viene a sumar a las decenas perpetradas por las tropas sionistas desde el 7 de octubre de 2023, pero lamentablemente, a menos que las potencias occidentales cambien su postura complaciente y cómplice, no será el último.
Muchas voces se alzaron en las últimas horas, entre ellas las del principal sostén del régimen de Benjamín Netanyahu en Tel Aviv, me refiero al gobierno de Estados Unidos presidido por el señor Joseph Biden, cuyas manos también están salpicadas de sangre inocente.
La Organización de las Naciones Unidas, hasta ahora impotente para detener esta guerra absurda y brutal, pidió a Israel realizar una investigación transparente y exhaustiva sobre este ataque, como si eso fuese posible.
Al coro se sumaron el presidente de Francia Emmanuel Macron, y el jefe de la política exterior de la Unión Europea Josep Borrell.
Está bien que se indignen, pienso yo, pero este sería el momento adecuado para pasar a la acción y pararle las manos a este Estado paria y obligarlo a cumplir el mandato de la justicia internacional de cesar inmediatamente los ataques contra la Franja de Gaza.
Las llaves necesarias para detener este genocidio, cuya gravedad escala por días, las tienen en Washington, París, Londres y Berlín y ellos lo saben muy bien, basta con cerrar el flujo financiero y la entrega de armas y municiones para frenar en seco a Israel.
Se pudo hacer contra el apartheid en Sudáfrica, ¿por qué las potencias occidentales tienen tanto miedo de hacerlo en el Oriente Medio?
Muchos políticos están cavando la tumba de sus ambiciones junto a la de Netanyahu, entre ellos Biden, y, sin embargo, no son capaces de reaccionar.
En medio de tanta desidia, resalta cada vez más la actitud del fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, quien tuvo el coraje de pedir una orden de captura contra el primer ministro sionista, y más recientemente recordó que nadie tiene licencia para cometer crímenes de guerra o de lesa humanidad.
Por el bien de nuestra especie, de nuestra autoestima y concepciones de ética que esperamos dejar a las próximas generaciones, es tiempo ya de pasar del discurso y la indignación y concretar hechos para salvar vidas inocentes y castigar a los genocidas. Si no es ahora, quizás no será nunca.