Keir Starmer
Por Guillermo Alvarado
Tras la aplastante victoria del Partido Laborista en los comicios legislativos realizados en el Reino Unido, el mayor en la historia moderna de esa nación, el primer ministro Keir Starmer se convirtió en el gobernante con más poder de que se tenga memoria tras la II Guerra Mundial.
Mientras mantenga firmes las riendas de su organización política podrá hacer los cambios que le parezcan en la conducción de un país muy deteriorado tras 14 años de ciclo conservador, a lo cual se suma la crisis sanitaria por la pandemia de Covid-19 y el desastroso brexit, la salida de la Unión Europea.
De hecho, la promesa de reconstruir el Reino Unidos fue uno de los factores que influyó en la masiva votación a favor de su partido, pero ahora debe demostrar en la práctica cuánto, en realidad, está dispuesto a cambiar.
Una primera muestra fue descartar de plano el programa para enviar a Ruanda a los migrantes que busquen asilo mientras se resuelve su caso. Es un paso positivo que no significa mayor cosa porque el proyecto estaba muerto desde su nacimiento y nunca funcionó a pesar de los millones de libras esterlinas invertidos en él. Fue algo así como declarar difunto a lo que nunca existió.
Para mantener el apoyo popular, Starmer debe iniciar con urgencia cambios en el deteriorado sistema de salud, sobre todo en el tiempo de espera de los pacientes para obtener atención especializada.
Otros temas urgentes son combatir la pobreza y el elevado costo de la vida. En 2023 había allí 14 millones de personas por debajo de la línea de flotación en espera de un trabajo decente con salarios dignos.
Son terrenos donde quizás el nuevo primer ministro pueda hacer algo, incluida una improbable reforma fiscal para redistribuir mejor la riqueza.
Fuera del ámbito doméstico no se avizoran cambios en materia de política exterior, donde seguirá la lealtad a Estados Unidos y la guerrerista OTAN. Reino Unidos mantendrá el apoyo a la Ucrania de Zelensky y las sanciones arbitrarias contra Rusia, así como la política ambigua hacia Israel.
Ni hablar de negociaciones con Argentina para resolver la ocupación de las islas Malvinas. Por el contrario, Londres mantendrá y aumentará su presencia militar en esa zona, así como las apetencias por las riquezas naturales de la Antártica, a pesar de los tratados internacionales para proteger el Polo Sur.
Además, mantiene la alianza de seguridad y defensa llamada Aukus, formada junto a Australia y Estados Unidos, que pretende ejercer control marítimo y submarino en los océanos del sur. O sea, el imperio británico seguirá siendo el mismo que se conoce desde la época de los piratas y los corsarios.