por Guillermo Alvarado
El presidente norteamericano, Barack Obama, pronunció ante el Congreso de su país el último discurso sobre el Estado de la Unión, donde delineo algunas de las propuestas para su postrer año en el poder, hizo tangenciales referencias a las carencias dejadas por sus dos períodos al frente de la Casa Blanca y, como se esperaba, aludió a algunos de los temas de la campaña electoral para los comicios de noviembre.
El gobernante insistió en su proyecto de cerrar el campo de prisioneros en el territorio ilegalmente detentado en la bahía cubana de Guantánamo, quizás uno de sus más sonados fracasos hasta el momento y que difícilmente subsanará habida cuenta de que no lo consiguió, ni siquiera cuando tenía el organismo legislativo a su favor.
Ni una palabra, por supuesto, sobre la devolución de ese enclave a sus legítimos dueños, una exigencia de Cuba como parte del proceso de normalización de las relaciones mutuas, una vez logrado el restablecimiento de los vínculos diplomáticos.
Uno de los aciertos de Obama en su ejercicio oratorio fue pedir al Parlamento estadounidense que reconozca el fin de la llamada guerra fría y, en consecuencia, levante de una vez el bloqueo contra Cuba, una herramienta obsoleta pero pertinazmente dañina por su aplicación durante más de medio siglo y sus efectos extraterritoriales.
No dijo el presidente nada sobre sobre por qué no utiliza sus prerrogativas ejecutivas, que podrían muy bien vaciar de contenido esta política agresiva.
En otros temas, Obama aseguró que "Es uno de los pocos pesares de mi presidencia que el rencor y la desconfianza entre los partidos ha empeorado en lugar de mejorar" y esto es una verdad, pero expresada a medias. En los últimos años el clima de confrontación en Estados Unidos se incrementó mucho más allá del ámbito del rejuego político, como lo evidencian los constantes ataques de tipo racista, muchos perpetrados por la misma policía, la aplicación parcializada de la justicia y los tiroteos en centros escolares y sitios públicos, con su saldo de víctimas inocentes.
En referencia a la contienda política de cara a los comicios, el presidente rechazó, sin mencionarlos por su nombre, los argumentos de algunos aspirantes a candidatos del Partido Republicano, que claman por un trato de hierro y palo hacia los migrantes, piden bombardeos masivos contra civiles como vía para eliminar el terrorismo en el Oriente Medio, o consideran fracasada la economía norteamericana.
En el ámbito internacional, donde Estados Unidos juega un papel decisivo en ocasiones, sería muy ingenuo pensar que el mundo es un lugar mejor, más seguro y justo que cuando Obama inició su gestión.
Para él la seguridad y el poder militar son la misma cosa y así lo dijo sin ningún pudor: “Estados Unidos de América es la nación más poderosa de la Tierra y punto”. “Gastamos más en nuestras fuerzas militares que las siguientes ocho naciones juntas. Nuestras tropas son las mejores fuerzas de combate de la historia del mundo”. Curiosas afirmaciones para alguien que fue proclamado Premio Nobel de la Paz apenas ingresó en la Casa Blanca.