Por: Guillermo Alvarado
Quienes hayan tenido la oportunidad de disfrutar esa bella obra del escritor francés Víctor Hugo titulada “Nuestra Señora de París”, ubicada en el siglo XV de nuestra era, recordarán el extraordinario elogio que el autor hace de la aparición del libro impreso que, según sus palabras, permite que el pensamiento se distribuya a los cuatro vientos, ocupe a la vez todos los puntos del aire y del espacio y pase, de la duración, a la eternidad.
El insigne literato francés afirmó que hasta entonces la arquitectura fue la gran escritura de nuestro género, el gran libro de la humanidad, la expresión principal del hombre en sus diversos estados de desarrollo, sea como fuerza, sea como inteligencia.
Pero la invención de la imprenta, agrega Víctor Hugo, representa el más grande acontecimiento de la historia, es la revolución madre, renueva totalmente el modo de la expresión de la especie humana, cuyo pensamiento descubre un modo de perpetuarse, más durable y resistente que la piedra.
Tales palabras vienen a propósito por la inauguración este jueves de la vigésimo quinta edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana, que hasta el 21 de febrero tendrá sus páginas abiertas en la capital de Cuba y luego se trasladará hasta el resto del país, lo que la convierte en acontecimiento de alcance nacional.
Ferias del libro hay por doquier. Pocas como ésta, sin embargo, atraen a una fenomenal masa de lectores ávidos, críticos e inteligentes, como son los cubanos, capaces de valorar en todas sus aristas las propuestas de este evento.
En Cuba el libro no es decoración de estanterías, sino objeto familiar cuyas hojas gastadas dan fe de la satisfacción ofrecida a niños, jóvenes y adultos.
Los asistentes a las diversas sedes de la feria no acuden sólo como a un paseo de temporada, ni revisan por simple curiosidad títulos, portadas o reseñas. Tienen intereses claros y es obvia la satisfacción de sus rostros cuando parten cargados de textos para cultivarse, distraerse o estimular ese componente esencial de la inteligencia, que es la imaginación.
Este año el evento está dedicado a Uruguay y muchos se deleitan por anticipado por la oportunidad de reencontrar el humor fino y profundo de Eduardo Galeano, con sus mundos al revés, plenos de abrazos, fuego, máscaras y nuestras venas abiertas para conocernos mejor, o la poesía certera y humana del eterno Mario Benedetti.
Cuatro millones 59 mil volúmenes circularán por todo el país, a los que deben agregarse otros formatos, como los discos digitales y ediciones multimedia que enriquecen y acompañan al texto.
La presencia de 37 países permitirá un dinámico intercambio con otras culturas, para demostrar que, como dijo Víctor Hugo, bajo la forma impresa el pensamiento es más imperecedero que nunca, es volátil, inasible, indestructible.
No es posible finalizar sin mencionar al más universal de los cubanos, José Martí, amigo y traductor del escritor francés, quien dijo que un libro “es siempre motivo de alegría, una verdad que nos sale al paso, un amigo que nos espera, la eternidad que se nos adelanta, una ráfaga divina que viene a posarse en nuestra mente”. FIN