La serpiente del terrorismo muerde también a Bélgica

Editado por Maite González Martínez
2016-03-22 09:12:23

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Aeropuerto de Bruselas minutos después del ataque (Foto/confirmado.com)

Por: Guillermo Alvarado

Todavía no está claro el número de víctimas por los atentados terroristas que sacudieron este martes a la ciudad de Bruselas, capital de Bélgica, donde estallaron tres artefactos explosivos, dos en el aeropuerto de Zaventem, el más importante del país, y otro en una estación del metro cercana al centro de la urbe.

Fuentes de los cuerpos de socorro hablan ya de más de 20 fallecidos y numerosos heridos, pero el contador sube a medida que transcurren las horas, en una ciudad prácticamente paralizada y en conmoción por la crudeza de los ataques.

Bruselas es la sede de las principales instituciones de la Unión Europea y de hecho la detonación en el metro ocurrió debajo de la Rue de la Loi, entre la sede de la Comisión Europea y la oficina del Primer Ministro.

Todas las entidades comunitarias están en alerta naranja y las reuniones previstas hoy dentro y fuera de sus instalaciones fueron suspendidas, informó la vicepresidenta para el presupuesto, Kristalina Georgieva.

Apenas el viernes pasado las autoridades belgas anunciaron la captura de Salah Abdeslam, uno de los presuntos responsables de los ataques ocurridos en París en noviembre del año pasado.

Todavía es muy pronto para saber si ambos hechos están vinculados, pero lo que si es evidente es que la serpiente del terrorismo vuelve a atacar en países o regiones que de alguna manera son responsables, por acción o por omisión, de haber incubado el huevo del que nació.

Para nadie es un secreto que la Unión Europea, junto a Estados Unidos, convirtieron varias zonas del planeta, de manera particular en el norte de África y el Medio Oriente, en un hervidero de violencia al armar y preparar a grupos irregulares que actuaron, y todavía lo hacen, contra gobiernos que no son del agrado de occidente.

Estas bandas, entre ellas el autodenominado Estado Islámico, están fuertemente pertrechadas, no sólo de armas, sino que también de medios de transporte y modernas tecnologías de comunicación, incluido el acceso a internet, y terminaron por convertirse en una amenaza global.

De manera paradójica, de los cerca de 20 mil extranjeros que según el Centro Internacional de Estudios para la Radicalización militan en esas agrupaciones extremistas, unos cuatro mil son ciudadanos europeos, entre ellos alrededor de 440 belgas. Franceses, alemanes y británicos representan la mayoría de estas personas.

Lamentablemente, igual que ocurrió en París en 2015, las víctimas de estos atentados son civiles inocentes, cuyas vidas resultan perdidas por un odio brutal nacido de conflictos atizados por intereses espurios.

Los desafortunados acontecimientos en Bruselas de este martes debieran servir de acicate para acelerar las conversaciones de Ginebra para buscar una solución pacífica al conflicto de Siria, que en cinco años ha causado una cantidad desmesurada de fallecidos y millones de desplazados.

Es tiempo de que las potencias reconozcan que sólo con el fin de la violencia, de las intervenciones foráneas y otras formas de agresión, se podrá poner fin al terrorismo, un flagelo que enluta la conciencia de toda nuestra especie.



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