Por: Guillermo Alvarado

Con independencia de las causas que puedan haber originado la difusión de los llamados “Papeles de Panamá”, este escándalo global vino a demostrar, una vez más, que los sórdidos caminos para la evasión de impuestos son un mecanismo inherente al sistema capitalista, donde el lucro está por encima de cualquier tipo de valores.

Cuando uno observa el amplio diapasón que abarcan los documentos conocidos hasta ahora, percibe cómo personas de las más diversas ocupaciones, como artistas, atletas, políticos, empresarios -por supuesto-, funcionarios gubernamentales y otros, cayeron en la tentación ofrecida por un bufete de abogados panameños para poner su dinero a buen recaudo y fuera del alcance de los aparatos fiscales.

De acuerdo con los datos difundidos, los diligentes funcionarios de la sociedad Mossack-Fonseca atendieron a unas 210 mil entidades que buscaban la manera de evadir los impuestos de sus respectivos países y de esa manera aumentar sus capitales por una vía que ronda entre lo ilegal y lo inmoral.

De acuerdo con varios autores, los impuestos no son más que la parte proporcional que cada ciudadano debe pagar por el costo de los servicios públicos y el funcionamiento del Estado.

El meollo de esta definición está en la palabra “proporcional”, que significa que quienes más poseen, son precisamente a quienes corresponde aportar la mayor parte de estas cargas fiscales. Este es un principio elemental de justicia social y tributaria.

Significa esto que evadir impuestos es un robo, pero más que al Estado, es un robo a quienes deberían beneficiarse con los servicios públicos elementales, como salud, educación, vivienda, transporte e infraestructura.

La evasión priva a los pueblos de importantes recursos para financiar su desarrollo y alcanzar un nivel de vida mejor y afecta incluso a los países más desarrollados, pero sobre todo se ceba en los que menos recursos poseen.

Un ejemplo de esto es el comportamiento de la compañía Heritage Oil and Gas Ltd,  que tras la venta de un yacimiento de petróleo debía pagar 400 millones de dólares al gobierno de Uganda y, sin embargo, acudió a Mossack-Fonseca para evadir ese tributo y trasladar sus operaciones contables a la isla Mauricio, considerada como uno de los principales paraísos fiscales.

La empresa privó así de importantes ingresos a un país donde el 37 por ciento de la población vive en la pobreza y se registra uno de los mayores índices de mortalidad materna e infantil del planeta, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.

El director ejecutivo de la filial mexicana de la organización no gubernamental Oxfam, Ricardo Fuentes-Nieva, denunció que los evasores de impuestos, los bancos y los paraísos fiscales que los soportan, le quitan cada año a los países pobres cerca de 170 mil millones de dólares en impuestos, dinero que podría financiar los servicios de salud para salvar la vida de casi 150 millones de niños.

Como se ve, no se trata de un problema de carácter técnico, sino que tiene profundas raíces humanas y éticas y que nos muestra uno de los rostros más crueles del capitalismo, el del egoísmo, la insensibilidad y la rapiña.