por Guillermo Alvarado
El próximo 23 de junio unos 40 millones de ciudadanos británicos están convocados a las urnas para decidir si el Reino Unido permanece como miembro de la Unión Europea o se separa de ese bloque, una eventualidad que mantiene inquietos a muchos gobiernos de esa región y de otros lugares del mundo.
Dicho evento está ocupando cada vez más espacios entre la opinión pública internacional donde se le conoce como “Brexit”, una abreviatura de dos palabras en inglés, Britain (Gran Bretaña) y exit (salida), que significa el abandono del Reino Unido del mecanismo integracionista.
Este acontecimiento está considerado como un duro golpe al proyecto europeo, en cuyos orígenes estuvo la idea de evitar otra contienda en ese territorio tras el desangramiento que supuso la Segunda Guerra Mundial, cuando ese continente fue uno de los principales escenarios de la mayor matanza protagonizada por nuestra especie en toda la historia.
Durante bastante tiempo no se le prestó mayor atención a las intenciones del Reino Unido de separarse de ese mecanismo, pero en las últimas semanas las señales de que eso pudiera ocurrir comenzaron a disparar las alarmas pues nunca antes un Estado miembro ha abandonado esta unión política y económica de 28 países que, desde sus inicios, no ha hecho más que expandirse.
Londres entró a formar parte de lo que entonces se llamaba Comunidad Económica Europea en 1973 y, tras renegociar las condiciones de su entrada, celebró un referendo en 1975 sobre la permanencia.
Los británicos votaron a favor de quedarse, pero cuando en 1985 se creó el espacio Schengen, formado por 26 países que han abolido sus fronteras internas, decidió mantenerse al margen.
Y aunque en 1993 sí se integró al mercado único, que promueve el libre movimiento de bienes y personas, como si los miembros fueran un solo país, no adoptó el euro y sigue teniendo su propia moneda, la libra esterlina.
Sin embargo, después de la crisis global iniciada en 2008, y las medidas adoptadas por Bruselas para equilibrar la economía regional, la corriente separatista comenzó a tomar forma, de la mano de los grupos políticos de derecha conocidos como “euro escépticos”.
De manera particular funcionan los grandes intereses que representan a la City, uno de los principales mercados financieros del mundo con sede en Londres, que pugna por conservar sus privilegios en contra de los dictados de Bruselas.
Las consecuencias de un voto favorable a la separación británica de la Unión Europea son diversas y se pueden extender más allá de ese grupo continental y afectar a una buena parta del mundo, lo que merece un comentario aparte.