por Guillermo Alvarado
El papa Francisco hizo esta semana un serio llamado de atención a muchos países del mundo al criticar que en varias zonas de conflictos y enfrentamientos existe una libre circulación de armas para incrementar las guerras, pero al mismo tiempo hay serias dificultades para que lo mismo ocurra con la comida que necesitan millones de personas en esas regiones.
Durante la primera visita de un jefe de la iglesia católica a la sede del Programa Mundial de Alimentos, en las afueras de Roma, la capital de Italia, el pontífice aseguró que de esta manera se nutren las guerras, pero no ocurre lo mismo con los seres humanos que continúan sufriendo las consecuencias nefastas del hambre y la desnutrición.
El prelado también hizo una severa crítica al burocratismo que impide aliviar las necesidades de muchos pueblos.
Mientras las ayudas y los planes de desarrollo se ven obstaculizados por intrincadas e incomprensibles decisiones políticas, por sesgadas visiones ideológicas o por infranqueables barreras aduaneras, con las armas no ocurre lo mismo; ellas, sin importar su origen o lugar de fabricación, circulan con una libertad jactanciosa y casi absoluta en tantas partes del mundo, dijo el obispo de Roma.
En un mundo intercomunicado, donde las distancias geográficas parecen achicarse, ocurre el penoso fenómeno de que la miseria y el sufrimiento aparecen como una circunstancia normal, que ya no llama la atención de nadie, aseguró Francisco.
"Son tantas las imágenes que nos invaden que vemos el dolor, pero no lo tocamos; sentimos el llanto, pero no lo consolamos; vemos la sed pero no la saciamos. De esta manera, muchas vidas se vuelven parte de una noticia que en poco tiempo será cambiada por otra, denunció el jerarca católico, primer latinoamericano en ocupar esa alta distinción.
Agregó que la miseria tiene rostro, de niños, de ancianos, de mujeres, pero que en la avalancha informativa sin sentido del mundo de hoy, se corre el riesgo de burocratizar el dolor, lo cual equivale, agregamos, a silenciarlo.
Francisco también criticó que mientras muchas personas padecen hambre en los países pobres, en el mundo rico crece el desperdicio y el uso de alimentos para otros fines que no son aliviar el sufrimiento de los desposeídos.
De acuerdo con fuentes oficiales, hoy día en todo el planeta hay 795 millones de seres humanos que no consiguen resolver sus urgentes necesidades de alimentación, la mayor parte de ellos niños que sufrirán las secuelas durante el resto de sus vidas, lo que constituye una afrenta para todos.