Por: Roberto Morejón
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, se exhibe en Lima junto a mercenarios, opositores violentos y otros ejemplares de las huestes más conservadoras del Hemisferio mientras presiona a la Cumbre de las Américas a condenar a Venezuela y hostigar a países progresistas.
En uno de los foros paralelos de la octava cita hemisférica creada a la medida de Estados Unidos, Almagro fue increpado por su parcializada forma de organizar espacios de debates.
NO se trata de un hecho fortuito porque en realidad Almagro se desprendió hace tiempo del ropaje de hombre de izquierda.
Desde su arribo a la OEA en 2015 su feroz desempeño anti venezolano le ganó apegos de los antichavistas y críticas crecientes de muchos latinoamericanos.
En declaraciones a medios de prensa, el titular de la OEA se jactó de encabezar una cruzada para avanzar en la Cumbre de las Américas un documento lo más crítico posible contra el gobierno bolivariano.
En entrevista al diario español El País, Almagro confesó su obsesión porque la cita de Lima vaya más lejos que Estados Unidos y la Unión Europea, autores de duras sanciones contra Venezuela.
El actual conductor del bien llamado ministerio de colonias reiteró su febril rechazo a los pasos dados por una parte de la oposición venezolana que asistió a un diálogo con representantes del presidente Nicolás Maduro a fines de 2017.
O sea, Almagro impugna la solución pacífica a los problemas en el país sudamericano y opta por alternativas violentas y las sanciones encaminadas a asfixiar a los venezolanos.
Irrespetuoso e injerencista en los asuntos internos de Bolivia, Cuba y otros países con gobiernos comprometidos con la justicia social, el cabecilla de la OEA suele guardar silencio sobre los excesos de las administraciones estadounidenses hacia la región.
Fue así que enmudeció cuando el ex secretario norteamericano de Estado Rex Tillerson reverdeció la repudiada Doctrina Monroe.
Para seguir en la misma cuerda de Donald Trump, a quien admira, Almagro avaló el último desenlace electoral en Honduras a pesar de las denuncias de fraude de los opositores.
De manera que Luis Almagro pierde rápidamente lo poco que resta de su credibilidad, desconoce la ética y entierra las vanas promesas dichas al asumir las riendas de la OEA, en el sentido de favorecer cambios en esa cuestionada colectividad de naciones.
En la Cumbre de las Américas y en todo el Hemisferio crece la repulsa al secretario general de la OEA y su desprestigiada organización. Almagro debería irse y buscar empleo en el Departamento norteamericano de Estado aprovechando las plazas vacías, pues su currículo es inequívoco como escudero del imperio.