El calentamiento global podría provocar que para 2030 la economía mundial perdiera más de 2 000 millones de dólares anuales por las altas temperaturas, pero el cálculo remite a solo uno de los múltiples riesgos en ascenso, aseguran expertos.
Según el Fondo Internacional para la Salud y el Medio Ambiente, el "estrés térmico" conducirá al quebranto de productividad y hará imposible algunos tipos de trabajo.
En primer lugar, el calor extremo afectará a los sectores que implican un trabajo físico duro en la agricultura y la manufactura, expuso Tord Kjellstrom, autor principal de la investigación.
"Para algunos países, incluso dentro de un corto periodo, las pérdidas causadas por el aumento del calor pueden ser de miles de millones", aseveró el científico.
A esta altura ya son inevitables los incrementos de la temperatura hasta 2050, pero si reducimos las emisiones ahora, se podría conseguir un efecto significativo después de esa fecha, estimó Kjellstrom.
En opinión del Panel Internacional de Recursos (IRP por sus siglas en inglés), entre los fenómenos de mayor relevancia figura el drástico ascenso en el empleo de combustibles fósiles, metales y otros materiales.
Ello "agudizará el cambio climático, aumentará la contaminación atmosférica, reducirá la biodiversidad y finalmente conducirá al agotamiento de los recursos naturales", indicó un estudio del IRP, auspiciado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
"La tasa alarmante a la que actualmente se están extrayendo materiales ya está teniendo un impacto grave en la salud humana y la calidad de vida de las personas. Esto demuestra que los patrones imperantes de producción y consumo son insostenibles", evaluó Alicia Bárcena, copresidenta del IRP.
Se trata de uno de los principales desafíos que hasta ahora ha debido enfrentar la humanidad y "exige replantear la gobernanza de la extracción de recursos naturales con el objetivo de maximizar su contribución al desarrollo sostenible en todos los niveles", valoró la experta.
De acuerdo con el IRP, la cantidad de materias primas extraídas de la Tierra pasó de 22 mil millones de toneladas en 1970 a 70 mil millones de toneladas en 2010; mientras los países más ricos consumen como promedio 10 veces más materiales que las naciones con mayor empobrecimiento y dos veces por encima de la media global.
"Si el mundo continúa proporcionando vivienda, movilidad, alimentación, energía y agua de la misma manera que en la actualidad, para el año 2050 los nueve mil millones de personas del planeta necesitarán 180 mil millones de toneladas de materiales cada año para satisfacer la demanda", alertó la investigación.
Esto equivale a casi tres veces la cantidad actual y probablemente elevará la acidificación y la eutrofización de los suelos y aguas de todo el mundo, aumentará la erosión del terreno y producirá mayores cantidades de residuos y contaminación, añadió el reporte divulgado por el Pnuma.
Actualmente, expone la indagación, la economía global requiere más materiales por unidad del Producto Interno Bruto de las que requería a principios de siglo porque la producción se ha desplazado desde economías eficientes a otras con mucho menos nivel de eficacia.
Desacoplar el uso cada vez mayor de materiales del crecimiento económico es el "imperativo de la política ambiental moderna y es esencial para la prosperidad de la sociedad humana y un entorno natural saludable", afirma el IRP.
A juicio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de Naciones Unidas, "la humanidad se encuentra ante un punto de no retorno: el impacto ambiental del estilo de desarrollo dominante pone en peligro su supervivencia y la de otras especies".
Si bien la destrucción del medio ambiente asociada al crecimiento económico ha sido una constante en la historia, la época contemporánea se diferencia de las anteriores por el alcance de los impactos sobre recursos comunes como la atmósfera, los océanos, las capas polares y la biodiversidad.
En su informe "Horizontes 2030: la igualdad en el centro del desarrollo sostenible", la Cepal recuerda que el equilibrio ecosistémico puede ser dañado irreversiblemente por causas antropogénicas.
"El número de seres humanos seguirá creciendo, al menos por varias décadas, a diferencia de la mayoría de las especies, especialmente los mamíferos, cuyos miembros son cada vez menos o se encuentran en peligro de extinción", fundamenta la agencia de Naciones Unidas.
Un análisis del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático reiteró que el calentamiento es inequívoco: la evidencia da cuenta de un aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero desde comienzos de la era industrial a causa de la actividad humana, así como de su vínculo con los cambios de las variables climáticas, que alcanzaron niveles sin precedentes en los últimos 100 años.
De acuerdo con el consenso científico internacional, es necesario pasar del actual nivel de emisiones, cercano a las 40 gigatoneladas de gases de efecto invernadero anuales, equivalente a un promedio de emisiones mundiales de siete toneladas per cápita, a un mundo de dos toneladas per cápita en 2050.
El actual acervo es de unas dos mil gigatoneladas emitidas de dióxido de carbono (CO2) y se estima que, para no superar la barrera de los 2 C de calentamiento global, es necesario no rebasar las aproximadamente mil gigatoneladas adicionales de gases de efecto invernadero.
Con un flujo cercano a 40 gigatoneladas anuales, en 26 años se habría rebasado este umbral y reducido drásticamente el margen de maniobra para adaptar las economías antes de que los mecanismos endógenos de retroalimentación hagan más difícil frenar o revertir este proceso, plantea la Cepal.
Ello supone la emisión de no más de 20 gigatoneladas anuales en total, así como concentraciones que no superen las 500 partes por millón de gases de efecto invernadero en la atmósfera (en la era preindustrial había 280 partes por millón).
"América Latina y el Caribe se mueve en la dirección opuesta a la deseable, ya que elevó las emisiones a una tasa del 0,6 por ciento anual", sopesó la institución.
El consumo energético en la región, precisó, produce 4,6 toneladas de emisiones per cápita, casi igual al de la Unión Europea, con la diferencia de que Europa está desacoplando las emisiones del crecimiento a un ritmo del -0,9 por ciento anual.
El Acuerdo de París, aprobado en Conferencia de las Partes (COP21) en 2015, reconoció la gravedad del problema al definir el objetivo expreso de limitar el incremento de la temperatura a menos de 2 C, incluso a 1,5 C, en relación con el nivel preindustrial.
Al mismo tiempo quedó plasmada la aspiración de que hacia 2050 se compensen las emisiones con las absorciones (neutralidad en carbono).
Aunque la mayoría de los países establecieron el compromiso de reducir sus emisiones, las contribuciones determinadas por cada uno se establecen mediante leyes nacionales, por lo que un cambio de gobierno podría traducirse en la modificación de las políticas e incluso de las metas, enjuicia la Cepal.
Otro problema, apunta el organismo, es que la suma de las metas nacionales comprometidas resulta insuficiente frente al objetivo de evitar un aumento de 2 C de la temperatura global con respecto a los niveles de la era preindustrial, pues se estima que las emisiones anuales llegarán a 55 gigatoneladas en 2030, lo que redundaría en un alza de la temperatura cercana a 3 C.
Si bien el Acuerdo de París menciona la importancia de la adaptación y de las pérdidas y los daños ocasionados por el calentamiento global, tampoco establece mecanismos de compensación ni compromisos de adaptación, señala la agencia de Naciones Unidas.
El pacto no incluye metas de adaptación, pero sería técnicamente posible acordarlas, considerando que hay fenómenos inequívocamente atribuibles al calentamiento global, como el aumento del nivel del mar, el retroceso de los glaciares y la disminución del nivel y la extensión de la criosfera.
En opinión de la Cepal, también debe considerarse que los fondos climáticos son recursos etiquetados, no adicionales a la asistencia oficial para el desarrollo, que no modifican las prácticas bancarias y son insuficientes para atender la magnitud del cambio climático.
Hacen falta ajustes financieros y tecnológicos, pero también siguen pendientes importantes pasos en la gobernanza ambiental, como los impuestos a las emisiones de carbono, para modificar los precios relativos en favor de los bienes y procesos más sostenibles.
Estos y otros múltiples asuntos están por resolver, sin señales claras de soluciones efectivas en el corto plazo, mientras las tensiones y los desequilibrios aumentan por patrones económicos ambientalmente insostenibles.
(Escrito por periodista de la redacción de economía de Prensa Latina)