El futuro de las relaciones EE.UU.-Cuba

Editado por Martha Ríos
2016-08-03 13:46:23

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Por Elier Ramírez Cañedo*

Una de las preguntas más frecuentes sobre las relaciones Cuba-Estados Unidos no tiene que ver con el pasado, tampoco con el presente, sino sobre el futuro. ¿Qué sucederá con este proceso de acercamiento iniciado el 17 de diciembre de 2014?  ¿Se logrará o no mantener la irreversibilidad del proceso luego de que haya una nueva administración estadounidense en la Casa Blanca? ¿En caso de un triunfo republicano en las elecciones de noviembre se repetirá algo parecido a lo sucedido en 1980, cuando la administración de Ronald Reagan dio marcha atrás a muchos de los progresos alcanzados en las relaciones bilaterales E.E.UU-Cuba durante el período presidencial de James Carter?[i]

Primero habría que señalar que, a pesar del retroceso que se manifestó en torno a las relaciones entre ambos países una vez que llegó Reagan a la Casa Blanca, tampoco significó un retorno al mismo punto de origen anterior a Carter.

A pesar del aumento de la agresividad por parte de los Estados Unidos contra Cuba y de la retórica hostil, las secciones de intereses en ambas capitales inauguradas en 1977 se mantuvieron abiertas –aunque hubo intentos de cerrarlas- y el canal de comunicación secreto entre Washington y La Habana no se cerró, al menos hasta marzo del año 1982, cuando el embajador del Departamento de Estado, Vernon Walters, se reunió con Fidel.

Anteriormente el secretario de Estado, Alexander Haig, y el vicepresidente cubano Carlos Rafael Rodríguez habían sostenido un contacto confidencial en México. Conversaciones sobre aspectos puntuales también tuvieron lugar, como fueron las migratorias de 1984 y 1986.

De cualquier manera el contexto es bien diferente en el 2016 y todo parece  indicar que sea demócrata o republicana la próxima administración estadounidense continuara el “nuevo enfoque” de política hacia Cuba, anunciado el 17 de diciembre del 2014. Hillary Clinton ha apoyado la política de Obama hacia Cuba durante toda su campaña y según afirmó en sus memorias, recomendó a Obama pusiera fin al bloqueo cuando terminó su responsabilidad como secretaria de Estado.[ii]

En el caso del candidato por el partido Republicano, a pesar de que la plataforma del partido defiende un viraje a la clásica agresividad –ya sabemos que las plataformas forman parte de todo el espectáculo de campaña y que muchos de sus postulados no se llevan a la práctica-, Donald Trump parece inclinarse hacia la postura más pragmática dentro del partido republicano y de los sectores de negocios que hoy tienen gran interés en explorar el mercado cubano.

De hecho, algunas fuentes señalan que ejecutivos y asesores de la organización empresarial de Trump han estado viajando a la Isla en los últimos años en busca de oportunidades de negocios.[iii] También en sus declaraciones de campaña ha expresado que continuaría el “nuevo enfoque” hacia Cuba, aunque sobre la base de un “mejor acuerdo”.

No obstante, lo más importante a la hora de plantearse los posibles escenarios futuros es  enfocarse en las variables fundamentales que incidieron en que la administración Obama haya tomado la iniciativa que condujo al 17D. Si esas variables se sostienen y consolidan en el tiempo, pienso se garantizará una tendencia irreversible en el difícil y complejo proceso hacia la “normalización” de las relaciones.

Dentro de esas variables, la dinámica de la situación interna cubana continúa siendo la más importante, la que más impacta en el diseño y la implementación de la política de los Estados Unidos hacia la Isla. Si Cuba logra mantener la estabilidad política y avanzar en su estrategia de desarrollo a partir de la actualización del modelo económico y social, y al propio tiempo, continúa obteniendo sostenidos y contundentes éxitos en el plano internacional, como los de los últimos años; sea demócrata o republicana la administración que llegue a la Casa Blanca, se verá impelida a continuar la senda trazada por la administración Obama, aunque con ligeros retoques.

Téngase en cuenta además, que la élite de poder en los Estados Unidos tiene un marcado interés en poder incidir en el proceso de transformaciones que tiene lugar hoy en Cuba, con la intención de desviarlo hacia sus fines: la transición hacia el capitalismo. La política anterior al 17D mantenía a los Estados Unidos alejado del escenario interno cubano, sin capacidad de poder ejercer alguna influencia, sobre todo, en un momento en que se aproxima un cambio generacional en la máxima dirección del país.

“Si nos acercamos –dijo Obama el 21 de diciembre de 2014 al ser entrevistado por un programa de CNN-, tendremos la oportunidad de influir en el curso de los acontecimientos en un momento en que va a haber cambios generacionales en ese país. Creo que debemos aprovecharlo y tengo intención de hacerlo”.[iv]

La evolución de la situación en América Latina y el Caribe y la política exterior de Estados Unidos hacia la misma, también será un escenario que tendrá implicaciones para las relaciones bilaterales hacia el futuro. Sin duda, los cambios ocurridos en la región de 1999 hasta el 2014, tuvieron un notorio impacto en el rediseño de la política hacia Cuba, Estados Unidos fue quedando cada vez más aislado con su arcaica política hacia la Isla y a la vez perdiendo influencia al sur del hemisferio con el avance de los procesos progresistas.

Ese escenario hoy se ha modificado, luego del regreso de la derecha a Argentina y las situaciones comprometidas que hoy se viven en Brasil y Venezuela y en menor medida en Ecuador y Bolivia, lo cual, aunque desfavorece en cierta medida la posición de Cuba en la mesa de negociaciones, no ha comprometido hasta ahora el avance del proceso hacia la “normalización” de las relaciones entre Washington y La Habana.

Esto demuestra que, al menos para la actual administración, el diseño de la política hacia Cuba ha tenido objetivos muy específicos desde el punto de vista estratégico, concebidos a largo plazo. Y que si bien son funcionales a los intereses que los Estados Unidos persiguen en la región, su mayor fuerza proviene de los intereses que se buscan particularmente con Cuba, sin que ello le reste importancia al papel de la variable América Latina y el Caribe en la decisión que condujo al 17D y el papel que la misma pueda tener en el futuro.

Otras variables como la dinámica interna en los Estados Unidos, donde juegan un papel importante los sectores empresariales y de negocios,[v] la opinión pública estadounidense,[vi] los cambios demográficos y políticos ocurridos en la comunidad de origen cubano en los Estados Unidos[vii], así como un consenso cada vez más significativo dentro de la clase dominante de ese país que apoya el “nuevo enfoque” de política hacia Cuba, parecen mantenerse en los próximos años e incluso consolidarse, lo cual repercute a favor del avance del “proceso de normalización de las relaciones”.

También, el entorno internacional caracterizado -entre otros aspectos- por el desafío que representa para la hegemonía estadounidense el auge de China y Rusia, incluso en la propia región latinoamericana y caribeña, será otro elemento que continuará estimulando una enfoque diferente en la política de los Estados Unidos hacia la Mayor de las Antillas, como pieza clave para la recomposición de su liderazgo en el hemisferio, imprescindible ante los retos globales que enfrenta el imperialismo norteamericano.

Otros factores que favorecen la tendencia de irreversibilidad son los siguientes:

-Las amplísimas áreas de interés común existentes,[viii]  en lo que ha sido clave la iniciativa de la diplomacia cubana,  identificando y proponiendo acuerdos bilaterales sobre las mismas. En este punto resulta oportuno recordar que Cuba realmente constituye una garantía para los auténticos intereses de seguridad nacional de los Estados Unidos[ix], en asuntos como la lucha contra el terrorismo, el tráfico de personas, la inmigración ilegal, el tráfico de drogas, el enfrentamiento a catástrofes naturales y el combate a grandes pandemias y enfermedades infecciosas, por solo mencionar algunas áreas.

-El incremento sostenido de las relaciones societales (viajes en ambas direcciones, intercambios académicos, científicos, culturales y deportivos) las cuales tienen una gran impacto en el cambio de la imagen Cuba a  lo interno de la sociedad estadounidense. Sobre todo, una vez que comienzan a verse los beneficios de estos intercambios para ambos pueblos.

-Las visitas de congresistas, de miembros del ejecutivo y del propio presidente Obama, que también han contribuido al cambio de percepciones sobre Cuba en los Estados Unidos. Estas visitas de altos funcionarios del gobierno de los Estados Unidos deben continuar en el futuro.

-El diálogo sobre todos los temas, incluyendo aquellos en los que existen los mayores desacuerdos, como los derechos humanos, lo que va generando una práctica que ayuda a la construcción de un clima de confianza.

El establecimiento de embajadas en ambas capitales a partir del restablecimiento de las relaciones diplomáticas además de implicar un reconocimiento oficial a la legitimidad del gobierno cubano, instituye un canal de comunicación permanente y seguro, y la posibilidad de utilizar esa vía para la solución de crisis y malentendidos.

Asimismo, la creación de la Comisión Bilateral Cuba-Estados Unidos contribuye a institucionalizar y viabilizar el proceso, manteniendo una agenda sistemática de conversaciones y negociaciones.

-El surgimiento de un lobby pro normalización, en el que el nuevo grupo de presión bipartidista Engage Cuba, integrado por importantes sectores de negocios y organizaciones no gubernamentales, constituye una de las organizaciones más activas y visibles.

-El cambio paulatino de las posiciones en torno a Cuba dentro del legislativo estadounidense, en especial en el Senado, más proclive a la normalización de los vínculos bilaterales, que tiende a reducir paulatinamente el predominio prácticamente absoluto que sobre el tema Cuba tuvieron los congresistas de la extrema derecha cubanoamericana durante décadas.
Obstáculos en el camino

Si bien el contexto de las relaciones Cuba-Estados Unidos ofrece como nunca antes posibilidades para el avance hacia una relación más civilizada entre contrarios, no son pocos los obstáculos que persisten y los que pudieran surgir en el azaroso camino de lo que se ha dado llamar “proceso de normalización de las relaciones”. Hay que aclarar que ambos países tienen concepciones diferentes sobre cómo sería esa normalización.

Para Cuba, incluso, en un escenario de levantamiento del bloqueo y devolución de la base naval estadounidense en Guantánamo aun no se habría alcanzado la normalización de los vínculos, aunque sí la eliminación de dos obstáculos fundamentales. Mientras Estados Unidos persista en sus objetivos de dominar a Cuba, será imposible hablar de una normalización plena de las relaciones. [x]

Pero aun ni siquiera hemos llegado a ese punto, pues el bloqueo continúa funcionando en sus aspectos principales –aunque se prevé su desmantelamiento progresivo- y los Estados Unidos se niegan incluso a valorar la devolución a Cuba del territorio que ilegalmente ocupan en la provincia de Guantánamo. Persisten también las políticas que impiden una normalidad en el tema migratorio entre ambos países.

El gobierno de los Estados Unidos continúa politizando el tema a través de  instrumentos como la Ley de Ajuste cubano, la política de pies secos y pies mojados y el programa parole para médicos cubanos que laboran en terceros países.

El gobierno de los Estados Unidos además sostiene que mantendrá los fondos millonarios para la subversión interna en Cuba. Perviven las ilegales transmisiones hacia Cuba de radio y tv Martí. Para una normalización de las relaciones tendrá que resolverse también el tema de la compensación a Cuba por daños humanos y económicos.

Pero además de estos temas que constituyen parte de la agenda histórica de Cuba para el avance hacia una normalización de las relaciones, existen otras problemáticas que pudieran afectar –y de hecho algunas ya lo están haciendo- el avance del proceso:

-Todas las medidas que ha tomado la administración Obama han estado dentro de sus facultades ejecutivas, por lo que una próxima administración estadounidense tendría dentro de sus potestades la posibilidad de revocarlas, aunque siempre tomando en cuenta el costo político de tal decisión.

-La contradicción de la propia política estadounidense hacia Cuba que se mueve en un escenario que maneja al mismo tiempo las tácticas de seducción junto a los instrumentos de presión y las políticas punitivas del pasado, así como el incremento de la subversión y la guerra psicológica, como parte de una amplia agenda de guerra cultural contra el socialismo en Cuba, por lo cual sigue moviéndose en el viejo patrón que ha caracterizado la política exterior de los Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe, la utilización simultánea de garrotes y zanahorias.

Ello constituye el elemento más contraproducente para el avance del proceso de normalización en tanto afecta sistemáticamente el clima de confianza necesario, que por otro lado supuestamente se pretende fomentar. Tampoco contribuye a generar confianza las propias contradicciones del discurso estadounidense, donde las palabras no se corresponden en muchas ocasiones con la práctica.

El presidente Obama –a diferencia de otros funcionarios de su administración- ha planteado en varias ocasiones que su gobierno no pretende provocar cambios internos en Cuba, pero a la vez continúa aprobando programas de un carácter marcadamente subversivo contra la Isla.

-La cultura política aun arraigada en buena parte de los círculos de poder de los Estados Unidos de que Cuba debe pertenecerles o de lo contrario ajustarse a los intereses hegemónicos de los Estados Unidos. Por lo tanto, se manejan diversos cursos de acción hacia Cuba, pero sin cambio en los objetivos estratégicos de los Estados Unidos de “cambiar el régimen”.

-La presencia en el Congreso de elementos de la extrema derecha cubanoamericana enemigos jurados de cualquier política que signifique una mejoría de las relaciones con Cuba. Aunque van perdiendo influencia, aun poseen recursos de poder para torpedear el proceso de normalización.

Finalmente habría que señalar que no es descartable que, en un escenario de mayor éxito para la contraofensiva conservadora en la región y de comprometimiento de los Estados Unidos en ella, se pueda afectar el proceso iniciado el 17D, así como provocar parálisis y situaciones de crisis ante determinadas coyunturas.

La nueva administración estadounidense en la Casa Blanca pudiera verse estimulada a adoptar un enfoque negativo y equívoco en las negociaciones con Cuba, al pretender condicionar el avance del proceso a asuntos que tienen que ver con la soberanía y el derecho a la autodeterminación de la Isla o asumir un enfoque de quid pro quo, considerando que el gobierno de Cuba, estaría en una situación desesperada al perder el apoyo de sus aliados más importantes en la región y complejizarse su situación económica.

Sin duda, ello pudiera derivar en un callejón sin salida y hacer fracasar el proceso hacia la normalización de los vínculos como ocurrió durante las administraciones de Gerald Ford (1974-1977) y de James Carter (1977-1981). Sería lamentable que el próximo gobierno de los Estados Unidos cometiera tal torpeza, haciendo caso omiso a las posiciones históricas de la Isla.

Cuba ha atravesado coyunturas más difíciles y arriesgadas y jamás ha renunciado a sus principios o cedido un milímetro en aquellos aspectos relacionados con su soberanía, tanto en política doméstica como exterior.

Además, aunque un escenario tan adverso en América Latina y el Caribe –el menos deseado- no dejaría de afectar a Cuba, la situación actual de la Isla es diferente a la de épocas anteriores, pues sus estrategias económicas han ido reduciendo la situación de vulnerabilidad que provocan los cambios en la correlación de fuerzas en el sistema internacional, a través de la diversificación -cada vez más ampliada- de los mercados, de sus renglones económicos de exportación, de las fuentes de crédito, de las relaciones diplomáticas, las alianzas políticas, junto a la búsqueda constante de sus fortalezas internas.

Notas

[i] Véase Elier Ramírez Cañedo y Esteban Morales Domínguez, De la confrontación a los intentos de “normalización”. La política de los Estados Unidos hacia Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2016.

[ii] Hillary Rodham Clinton, Decisiones Difíciles, Simon-Schuster, Nueva York, 2014.

[1]Did Donald Trump’s Executives Violate the Cuban Embargo? Golfind with the enemy. By Jesse Drucker and Sthephen Wicary, july 28, 2016, in:http://www.bloomberg.com/features/2016-donald-trump-golf-cuba/

[iv] Barack Obama, Entrevista con el programa “State of the Union”, en CNN, 21 de diciembre de 2014.

[v] En ese sentido se destaca la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, la creación del Consejo de Negocios Estados Unidos-Cuba, el grupo de presión Engage Cuba y su New Cuba PAC, así como diversas asociaciones del sector agroindustrial, que fundaron la Coalición de Agricultores de EE.UU. por Cuba. También sobresalen por su interés en el mercado cubano determinadas industrias como: turismo, viajes,  telecomunicaciones, farmacéutica, biotecnología, energía y conocimientos.

[vi] La mayoría de las encuestas realizadas reflejan un promedio superior al 60 por ciento de apoyo a la normalización de las relaciones entre ambos países.

[vii] En este cambio que a nivel de tendencia favorece el estrechamiento de los vínculos entre ambos países, ha sido muy importante el papel de los nuevos emigrados y las nuevas generaciones de cubanoamericanos. También los grupos dentro de la llamada “derecha moderada” alineado con la política de Obama y con fuertes conexiones con instituciones del establishment, en el que se destaca la agrupación Cuban Study Group, liderada por el empresario Carlos Saladrigas. Además sobresale la organización Cuba Now, surgida a partir de Cuba Study Group, vinculada  también a Engage Cuba. En estas organizaciones es notorio el papel de los empresarios cubanoamericanos.

[viii] Para ampliar véase Soraya M. Castro Mariño, “Cuba-Estados Unidos: finalmente diálogos en plural entre pares”, en: Las nuevas relaciones Estados Unidos-Cuba: formación, factores y fantasmas, Revista Temas, 81-82, enero-junio 2015, pp.91-99.

[ix] Cuando el gobierno de los Estados Unidos hace uso en su retórica oficial del término “seguridad nacional” en realidad se está refiriendo a la seguridad imperial de la clase dominante en los Estados Unidos, que nada tiene que ver con los auténticos intereses de seguridad que puede tener una nación.

[x] Recientemente en entrevista ofrecida a Granma, la directora general de EE.UU de la cancillería cubana, Josefina Vidal, expresó: “A mi modo de ver, aunque un día se resuelvan todos los temas pendientes, incluido el bloqueo y la devolución del territorio ocupado ilegalmente en Guantánamo, para que haya relaciones normales Estados Unidos también tendría que renunciar a su pretensión histórica de decidir y controlar el destino de Cuba. De lo contrario, no será posible que haya relaciones normales”. Granma, 19 de julio de 2016.

*Académico cubano. Doctor en Ciencias Históricas. Coautor del libro “De la confrontación a los intentos de normalización. La política de los Estados Unidos hacia Cuba”.

(Tomado de Cubadebate)

 



Comentários

  • Felix Arevalo Blanco's gravatar
    Felix Arevalo Blanco
    03/08/2016 02:28 pm

    Cuba mantendra en este proceso negociador los principios enunciados al mundo. Conocemos demasiado bien al imperio y los que piensan de otra manera que esperen los resultados. Cuba no traiciona a sus muertos, su historia y menos aun nuestro concepto claro de REVOLUCION


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