Sonando en Cuba: Victoria de nuestra música e identidad

Editado por Maria Calvo
2016-10-31 12:31:24

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por  Harold Iglesias Manresa

Una gala de vencedores múltiples. Un vacío en el plano de las nostalgias. Por un buen tiempo, las noches de cada domingo albergarán añoranza por cada uno de los 24 concursantes de la segunda temporada de Sonando en Cuba.

Millones de hogares buscarán frente a sus televisores la elegancia de Dayana, la potencia vocal de Ramón, el trinar fino y juvenil de Alcibiades, el toque y nitidez de Rosa, y el gen musical en toda su dimensión de Yulaysi.

Esa, precisamente, será la imagen tatuada en nuestros corazones, la de Yulaysi, esa todoterreno capaz de Sumar, de viajar desde Santa Isabel de las Lajas y culminar con esa gracia inigualable en nuestra Noche Cubana, un despliegue mágico, como la describiera su mentor Mario Rivera, una entrega maravillosa, se atrevió a decir el maestro Adalberto Álvarez, miembro del jurado, al calificar su performance, el que rompió el hielo en la velada finalista de un programa que durante una decena de semanas mantuvo en calidad de cómplices fieles a millones de cubanos.

“No puedo permitirme estar ausente de casa el domingo a las 8:30 p.m.” me repetí en más de una ocasión. Lo confieso, durante dos meses y medio solo falté a dos citas con la excelente propuesta de RTV Comercial.

Y es que Sonando en Cuba se inoculó en nuestra sangre con una amalgama de “antibióticos positivos”, buena música, camaradería, esfuerzo constante por parte de todos y cada uno de los implicados; escenografía, montaje, vestuario, imagen de primer nivel, y lo que considero crucial,  una dosis incalculable de buena música cubana, genuina, peinando un espectro variado de géneros, llegando a las fibras sensibles, contagiando, colándose en el lado izquierdo de los televidentes. Por momentos sentí una sensación similar a la experimentada en tiempos de “Su propia Guerra”.

Confieso no ser experto en cuestiones musicales pero Sonando en Cuba me propulsó a escribir, no pude contenerme, fue una avalancha de ideas que emanaron, como si estuviese dibujando notas espontáneas sobre el pentagrama, respetando y admirando el trabajo en rol de creador, de impulsor de un proyecto de tamaña envergadura de Paulo Fernández Gallo, del rigor en calidad de guías de Haila María Mompié y Mario Rivera, desde las audiciones previas, hasta caer el telón del hasta luego.

Orgulloso también de la sobriedad y acierto de Jorgito Martínez y Yasbel  en la certera conducción de cada espacio; de la inteligencia y justeza de los imparciales seleccionados; de cada homenaje, cada leit motive seleccionado; de ese entramado de contagio que pasó por visitas a hogares de ancianos, de intercambios con niños sin amparo familiar, de tocar el alma de los damnificados por el azote del huracán Matthew; de interacción didáctica, sentimiento, patriotismo expresado en un gesto a un hombre de pueblo, las flores echadas al mar y una tonada a Camilo.

ASÍ NOS SORPENDIÓ… ÚLTIMO ACTO

Poder de fuego, sí, me atrevería a decir que con eso contó Sonando en Cuba en su gala final. Plagada de sorpresas desde la apertura a ritmo de tambores por parte de Laritza Bacallao y el puertorriqueño  Víctor Manuel. Enésimo detalle exitoso, el del acercamiento entre dos naciones hermanas: Cuba y Puerto Rico.

Un jurado sólido, de sapiencia acumulada y diversidad en materia de alcance musical. Al Caballero del Son y al boricua Víctor Manuel se les sumaron en calidad de imparciales Argelia Fragoso y Diana Fuentes, quienes evaluaron de conjunto y decidieron unánimemente a favor de Yulaysi, quien ciertamente ofreció la mejor ejecución entre las tres finalistas.

Rosa y Dayana igualmente pudieron haber emergido airosas. El talento había transitado por diversos filtros y su presencia en la definición la habían justificado con creces. Enfoque, aplomo, virtuosismo, entrega, sacrificio al estar distanciadas de sus seres queridos, hijos incluso. El mayor premio para ellas, deleitar a un público ávido de adentrarse en nuestra música, de degustar un programa de calidad, exclusivo, amén de lógicas comparaciones con otras propuestas musicales de disímiles latitudes que combinan música, concursos, participación de los televidentes y reality.

Fueron pasando los minutos, mostré mi discrepancia con Cronos hacia el epílogo, disfruté del Idilio en voz de Yosvany, Ramón y Alcibiades, no me rehusé a la Complicidad, me fui con Haila y Mayito y homenajeé a la Isla del Encanto de la mano de Duany, por cierto, seleccionado el más popular del concurso, distinción que a nivel de región, con el 56.2 % de los votos, recayó en el Oriente de Paulito.

Un viaje por la cultura de casi tres meses, de rescate, lanzamiento, sensaciones, clases magistrales, apoyo por parte de René Baños, María Elena Lazo, Argelia, Adalberto, Leo Vera y otros exponentes de lujo de nuestra música. Estación final en placer, en añoranza, en orgullo se poder contar con tantos talentosos exponentes a lo largo de nuestra geografía nacional. Porque Cuba es eso, tierra de música y sentimiento, de filin y salsa, de rumba y timba fusionadas, de romance y cadencia…

Tiempo de Yulaysi, de oportunidades, de la Egrem y RTV Comercial soportando el lanzamiento de figuras noveles, de discografía, videos clips junto a Alejandro Pérez, de puertas abiertas. De hermandad expresada en una gira a dúo para Yulaysi en Borinquén junto a Olga Tañón, una eterna enamorada de nuestra Isla, que carga dosis extra de cubanía.
Mucho se escribirá sobre Sonando en Cuba, como mucho se ha escrito de Pedro Chávez, Antonio Muñoz, Santiago Changa Mederos, Stevenson, Driulis González, Mijaín López o Enrique Figuerola… Dos temáticas de arraigo, historia e identidad. En este caso, me gustaría pensar que en materia de placer musical, Sonando en Cuba hizo registró nueve flat en mi cronómetro de emociones, enjugado incluso con alguna que otra lágrima de emoción sobre mi mejilla.

 

 

 

 

(Cubasí)



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