Ignacio Agramonte, versiones de su muerte

Editado por Pedro Manuel Otero
2017-05-11 10:16:27

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Por Por MS.c. María Delys Cruz Palenzuela

Camagüey, 11 may -La muerte del Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz está marcada en la historiografía cubana por más de medio centenar de versiones  sobre los sucesos del 11 de mayo de 1873 ocurridos en el potrero de Jimaguayú, actual municipio de Vertientes, al sur de la ciudad de Camagüey.

Entre los años 2005 y 2006 se desarrolló en el propio potrero de Jimaguayú un trabajo de investigación científica sobre el combate en el que perdiera la vida El Mayor, como denominan en Camagüey a su héroe epónimo, convocado por la Oficina del Historiador de la Ciudad, el que corrió a cargo de un grupo multidisciplinario de especialistas en historia e ingeniería militar, cartografía, arqueología e investigadores e historiadores en general, del país y de la provincia encabezados por el coronel retirado Dr. Raúl Izquierdo Canosa, y con la colaboración del arqueólogo español Francisco Javier Navarro Chueca.

De esa investigación se derivó el libro Ignacio Agramonte y el combate de Jimaguayú para el que se tuvieron en cuenta y fueron abordados el escenario del combate, las fuerzas contendientes, y el combate en sí, e incluso el medio centenar de versiones, algunas coincidentes, escritas en cartas, partes de guerra, o alusiones al hecho.

Ramón Roa, Francisco Sánchez Betancourt, Benjamín Sánchez Agramonte, Bartolomé Masó, Manuel y Julio Sanguily, Fernando Figueredo, Serafín Sánchez, su nieto Eugenio Betancourt Agramonte, Salvador Cisneros Betancourt, Esteban Borrero, Aurelia Castillo... y hasta el propio José Martí, cuando en El teniente Crespo. Sobre recuerdos del general Francisco Carrillo escribió:

“Agramonte se dispuso a morir en Jimaguayú por salvar a sus compañeros fugitivos, y ver luego de salvarse él”.

¿Escaramuza o combate? Fue la interrogante que por mucho tiempo estuvo en la mira de los investigadores cubanos, hasta que comenzó a considerarse el criterio de Juan J. E. Casasús expuesto en 1937 y que señala había llegado la hora de repetir la errónea afirmación de que lo ocurrido en Jimaguayú fue una escaramuza, pues allí no pelearon solamente las avanzadas enemigas, y sí entraron en acciones varias compañías de la columna española, toda su caballería y la sección de artillería, mientras que del otro lado pelearon el contingente de caballería del Camagüey y la infantería de Las Villas. La acción, como expuso Serafín Sánchez, “se empeñó con brío, con ardor, a fondo, sin que en un cuarto de hora cesara el estruendo de los rifles y del cañón que el enemigo traía”.

En el acto del Centenario por la caída en combate de Agramonte, el máximo líder de la Revolución Cubana Fidel Castro expresó: “Cruzando de un lado al otro del potrero para darle instrucciones a la caballería, se encuentra de repente con una compañía española; que sin ser descubierta todavía, había penetrado en el potrero de Jimaguayú, protegiéndose en las altísimas hierbas de guinea. Y en esa circunstancias, de una forma inesperada, Agramonte – acompañado solo de 4 hombres de su escolta – se ve de repente en medio de aquella compañía española (...) y muere en aquella acción por una bala que le atraviesa la sien derecha”.

Lo cierto es que, como se expresa el libro del grupo de expertos, y como le escuché explicar a uno de ellos en más de una oportunidad en sus períodos de trabajo en Camagüey, la muerte gloriosa de hombres imprescindibles ha sido frecuente en la Historia de Cuba, donde el pesar, el inmenso dolor por la pérdida del jefe más querido ha conmocionado más de una vez, tanto en la Guerra de Independencia frente a España, como en la Guerra de Liberación Nacional durante la Neocolonia yanqui.

Ignacio Agramonte y Loynaz, El Mayor, estuvo a la altura de los más valientes y preclaros hombres de su tiempo, por lo que no se debe pensar que en Jimaguayú anduvo errado, aunque también se sabe que se pueden cometer errores. Con frecuencia estaba Agramonte entre los primeros se que lanzaban a enfrentar al enemigo, que acudió a la guerra como un digno cubano.

Suscribimos desde este espacio el epílogo del texto investigativo, que reza:

“... no se ha estado haciendo referencia a la necesidad de investigar y acercarse con la mayor objetividad posible a la verdad en torno a las condiciones y cómo se produjo la muerte de El Mayor, sino a lo que significó que él encontrara así, el fin de su vida. Podrán existir razones para quienes piensan que la caída de Ignacio Agramonte en Jimaguayú el 11 de mayo de 1873 fue imprudente, sombría, absurda, misteriosa; pero existen otras para pensar que fue, sobre todo, un hermoso morir…”

Sintamos pues, con sangre y amor agramontino, que El Mayor murió para que los camagüeyanos de hoy vivamos inspirados en su ejemplo.

(Tomado del periódico Adelante, de Camagüey)



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