por AFP
Ha partido a los 74 años de edad. Verdad dolorosa. Ya no estará en los encuentros de jóvenes periodistas con sus intervenciones precisas, su emoción y sueños. Ya no intercambiará durante horas con estudiantes de Periodismo en las universidades.
Después de una batalla contra el cáncer, ya no caminará más por nuestras calles, la Casa de la Prensa y otros lugares de este archipiélago, tan amado por él y millones.
Sé que ha muerto a las cinco de la mañana de este martes, pero no lo imagino totalmente callado, inmóvil. Lo veo lleno de colores en aquella primera conversación en la Casa de Altos Estudios de Holguín.
Dialogamos de forma breve en un pasillo y luego entró sonriente al salón. Ese día, como siempre, nos habló como un padre o un hermano grande que siempre deseó el bien.
En el IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en el primer Festival Irma Armas In Memoriam, en los dos Encuentros Nacionales de Jóvenes Periodistas, en muchas otras ocasiones en La Habana, Holguín y Granma lo observo repleto de anhelos, tratando de impulsar éxitos.
Antonio Moltó Martorell, hijo de albañil y una ama de casa en Santiago de Cuba, fue mucho más que un excepcional profesional, director del Instituto Internacional de Periodismo José Martí y Presidente Nacional de la UPEC, fue amigo de los trabajadores de los medios de comunicación y especialmente de los jóvenes, un soñador, un Quijote eterno, un amante de las letras, su país y el afán de perfección
Lo vi reír a carcajadas, reconocer grises, hablar de la necesidad de jamás rendirse y de continuar con esmero a favor de una prensa siempre mejor, fieles a las esencias de la profesión y la nación, conscientes de la complejidad de los tiempos actuales y nuestras responsabilidades como revolucionarios y buenos seres humanos.
En todo momento admiraré su capacidad para cautivar, su sinceridad, su confianza en el gremio y en las nuevas generaciones. Dejo de teclear y miro varias fotos donde él está junto a nosotros. Su rostro es alegría. Nos insistía en que la mejor manera de hablar es trabajar sin descanso, con creatividad, calidad, espíritu crítico y apego a los principios.
Tuvo muy claro que el periodismo no es una profesión de lobos solitarios, sino de labor conjunta y estrategias en colectivo, como una familia, un grupo de amigos enorme en el camino de los triunfos.
Moltó, el dirigente, el profe, el amigo, tendrá siempre el cariño de las nuevas generaciones de periodistas, porque durante toda su vida llevó la juventud en el pensamiento, donde es más útil.