El poder devastador de los huracanes que han azotado el Caribe podría tener su origen en un fenómeno denominado rápida intensificación.
Tan solo este año, las tormentas tropicales Harvey, Irma, José y María cobraron fuerza en poco tiempo porque se combinaron varios factores que generalmente se producen en los meses de agosto y septiembre en la cuenca Atlántica.
La fórmula para que una tormenta se transforme en un ciclón en escasas horas tiene como base las cálidas temperaturas del océano las cuales deben estar a más de 30ºC para alimentar como una suerte de motor, la velocidad de los vientos.
También se requiere que las aguas profundas estén calientes pues de esa forma los ciclones tropicales con traslación lenta "pueden batir hasta más profundo" y ser potencialmente más devastadores, explica el portal Tiempo.
Otro de los factores determinantes es que las cortantes (también llamadas "cizalladuras") de los vientos superiores sean débiles, es decir, que no puedan impedir la formación de la tormenta.
Sólo cuando la velocidad de las ráfagas aumenta más de 55 km por hora en un período de 24 horas se puede decir que el fenómeno de "rápida intensificación", de acuerdo a la definición del Centro Nacional de Huracanes.
Medios de prensa destacan que las predicciones meteorológicas para este año preveían una temporada "atípica" porque combinaría temperaturas cálidas por encima de la media en la superficie del océano debido al fenómeno El Niño, y una cizalladura del viento más débil.
El problema, sin embargo, es pronosticar cuándo y en cuánto tiempo una tormenta se convertirá en ciclón.
En el caso de María, el paso de huracán categoría 3 a 5 ocurrió en horas, lo cual limitó la posibilidad de previsiones por parte de algunas pequeñas islas caribeñas como Dominica.
De acuerdo a un estudio publicado por la revista Nature Comunications, al menos 70 por ciento de las tormentas que se producen en el Atlántico son de rápida intensificación.(Fuente RT)