Por Sergio Alejandro Gómez
Cuando ocurre un tiroteo en Estados Unidos –lamentablemente cada vez más mortales y frecuentes–, la Asociación Nacional del Rifle (NRA) ocupa titulares y recibe críticas por su respaldo visceral al porte de armas.
Luego pasa el tiempo y nadie parece prestarle demasiada atención hasta que la tragedia vuelve a golpear al país.
Eso fue justo lo que sucedió el pasado 14 de febrero tras el ataque a la escuela Stoneman Douglas de la Florida, en el que fallecieron 17 personas y fueron heridas otras 20 con el uso de un fusil de asalto AR-15.
La campaña en los medios de prensa es intensa, pero no muy distinta de ocasiones anteriores. Resulta un ciclo vicioso en el que la NRA ha logrado siempre salirse con la suya. Pero, ¿qué hace tan poderosa e influyente a esta organización?
Su historia se remonta al fin de la Guerra Civil estadounidense, cuando el coronel William C. Church y el general George Wingate formaron una asociación para tratar de evitar a gran escala los defectos de puntería que sufrieron con su antigua tropa norteña, mucho menos avezada que sus rivales del Sur.
El también general Ambrose Burnside, quien luego ejerció como gobernador de Rhode Island y senador, fue el primer presidente de la NRA.
Desde entonces y hasta nuestros días, son incontables los políticos y personalidades de alto nivel con fuertes lazos con la organización, lo que multiplica su influencia.
Nueve presidentes de Estados Unidos se cuentan entre sus miembros y actores reconocidos como Tom Selleck y Whoopi Goldberg la respaldan públicamente.
Aunque sus objetivos iniciales estuvieron centrados en el uso correcto de las armas y la promoción de la cacería, entrado el siglo XX se percataron de la importancia de influir en la agenda política del país, donde ganaba popularidad la revisión en las políticas de tenencia de armas por la cantidad de casos violentos asociados a ellas.
En la mayoría de los países desarrollados se aplicaron estrictas leyes en ese sentido durante las últimas décadas y ahora sus cifras de víctimas son incomparables con las de Estados Unidos.
¿AMPARADOS EN LA SEGUNDA ENMIENDA?
Toda la controversia sobre el tema de las armas en Estados Unidos tiene su origen en 25 palabras anexadas a la Constitución en 1791, como parte de la Declaración de Derechos.
"Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas", refiere la llamada Segunda Enmienda.
La NRA se ha aferrado a la interpretación literal de un texto escrito hace más de dos siglos sin tener en cuenta el cambio de contexto.
Varios especialistas señalan su inconsistencia. En primer lugar, la noción de «pueblo» de los llamados Padres Fundadores era bastante restrictiva, pues no incluía ni a los esclavos y en algunos casos a las mujeres.
Además, la propia NRA no dudó en apoyar el control de armas cuando el «pueblo» que se estaba organizando eran las comunidades negras de los Panteras Negras en California.
La conocida Acta Mulford, por el nombre del legislador que la presentó para limitar el porte en lugares públicos, fue aprobada por el entonces gobernador Ronald Reagan en 1967, a pesar de ser él mismo un ferviente defensor de la Segunda Enmienda.
De igual forma, el término 'armas' cambia constantemente y muchos se preguntan si la Constitución respalda el derecho individual a poseer un rifle de asalto, pensado para la guerra, o incluso una «ciberarma» de la nueva era digital.
Cinco de los últimos seis tiroteos más letales, incluidos los de la Florida y Las Vegas, tuvieron como protagonista al AR-15, un fusil de asalto semiautomático muy popular en Estados Unidos.
Nikolas Cruz, el joven de 19 años que llevó a cabo el ataque en la escuela Stoneman Douglas, compró el arma legalmente a pesar de tener un historial violento y un perfil desestabilizado en las redes sociales.
En los últimos años han surgido muchas iniciativas legales para prohibir este tipo de fusiles, pero tampoco es algo novedoso.
En 1994, durante el mandato de Clinton, el Congreso aprobó una restricción que prohibió fusiles como el AR-15 por diez años. Sin embargo, la industria utilizó artimañas para seguir vendiendo artefactos similares con otra apariencia física.
Al final, en el 2004, la ley dejó de aplicarse y no fue renovada. Ahora algunos legisladores como la senadora demócrata por California, Dianne Feinstein, buscan aprobar una prohibición sobre tipos específicos que vaya aún más lejos que la de 1994.
Entre otros aspectos, buscan prohibir aquellas que cuentan con prestaciones militares y los cargadores de más de diez balas.
Sin embargo, la presión política de la NRA busca desviar la atención hacia el tema de los antecedentes y la salud mental de los perpetradores, algo en lo que han logrado enrolar al presidente Donald Trump. Esa ha sido su estrategia en el pasado y ha funcionado.
MÁS INFLUYENTES QUE SU DINERO
Solo el año pasado, la NRA gastó más de 50 millones de dólares para influir en la agenda de los políticos y favorecer a quienes apoyan sus ideas.
La mayor parte de ese dinero fue a parar al presidente Donald Trump, cuyas posiciones en la campaña eran mucho más laxas que la de su rival demócrata, Hillary Clinton.
El presidente recibió incluso el apoyo formal de la organización de cara a las elecciones. Recientemente catalogó de 'grandes patriotas' a los líderes de la NRA, lo cual volvió a levantar una ola de indignación entre los sectores liberales, por su nivel de compromiso particular en un tema que compromete a todos los ciudadanos.
El senador por la Florida Marco Rubio es otro que se ha llevado grandes sumas (3,3 millones, según algunas fuentes) y su historial le está pasando factura ante la tragedia de Stoneman Douglas.
Pero la capacidad de influencia de esta organización no se explicaría únicamente por su chequera, que es menor a la que utilizan otros lobbies políticos con inferiores resultados.
La NRA ha logrado posicionarse en el imaginario de los estadounidenses, aseguran los especialistas, y convertir el porte de armas en un estilo de vida.
Cuentan con diversas revistas y realizan eventos a lo largo del país. Incluso abrieron un canal en internet con contenidos propios y planean lanzar otro por cable para competir con las 'mentiras' de medios como CNN, de acuerdo con sus dirigentes.
Por esa vía incentivan los rencores de grandes sectores de la población estadounidense hacia los políticos y les aseguran que poseer un arma es la única vía de defensa contra la «dictadura de Washington».
Los mismos que votaron por Donald Trump en las últimas elecciones, blancos con bajo nivel educacional, son el caldo de cultivo de la Asociación.
La NRA lleva incluso una lista de evaluaciones para políticos que va de la A a la F (donde la A son lo más favorables y la F los menos), la cual distribuyen entre sus afiliados y sirve como moneda de cambio a la hora de las elecciones. Rubio, por ejemplo, es un A+, la calificación más favorable.
"Nuestro éxito no sería posible sin los esfuerzos incansables y las horas incontables de servicios de cerca de cinco millones de miembros", reconoce su sitio web oficial.
Durante los últimos días, varias compañías de peso en Estados Unidos abandonaron sus nexos con la NRA, como parte de un movimiento ciudadano, encabezado por jóvenes estudiantes de la Florida, que exige que «Nunca más» ocurran episodios como el del 14 de febrero.
Sin embargo, pocos creen que el impulso sea suficiente para borrar del mapa a una de las organizaciones más antiguas y mejor estructuradas de Estados Unidos.
El entonces portavoz de Bill Clinton, George Stephanopoulos, resumió en una frase el poder de la NRA: "Son buenos chicos; llaman a sus congresistas; escriben; votan; pagan sus impuestos. Y con el tiempo logran lo que quieren".
Mientras tanto, el resto de los estadounidenses mira el reloj a la espera de la próxima tragedia.
(Tomado del periódico Granma)