Heroísmo del 9 de abril, hace 60 años

Editado por Martha Ríos
2018-04-09 15:19:13

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En La Habana se iniciaría un paro del transporte que no llegó a expandirse. Foto: Internet

Por Marta Gómez Ferrals

Dos sucesos trascendentes y definitorios entraron en la historia de Cuba el 9 de abril de 1958, último año de la dictadura de Fulgencio Batista, que robaba y entregaba las riquezas del país al tiempo que masacraba a lo mejor de la juventud y el pueblo.

Hablamos de los hechos vinculados a la frustrada huelga general o nacional del 9 de abril, que fuera organizada por la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, con la aprobación del líder de la insurrección Fidel Castro, quien dirigía el combate guerrillero desde la Sierra Maestra.

En los acontecimientos de aquel comienzo de abril fueron asesinados varios combatientes revolucionarios, asaltantes de la Armería de La Habana, y el líder connotado del movimiento en la ciudad, Marcelo Salado.

También ocurrió la muerte en combate del audaz y valiente capitán Ciro Frías Cabrera, en la toma del cuartel de Imías, hoy territorio de la provincia de Guantánamo, en el extremo oriental del país.

La lejanía de esos sucesos no los hacía inconexos, todo lo contrario. La acción militar en las montañas del oriente se hacía en apoyo al paro nacional que se esperaba ocurriera en la Isla, cumpliendo instrucciones del propio Fidel.

Y eran una muestra más de la pujanza de la lucha liberadora que ya estaba a punto de iniciar en el segundo semestre del año, en un fragoroso y combativo verano, la ofensiva final que derribaría a la dictadura a fines de 1958.

Por eso, los lamentables incidentes y pérdidas de invaluables vidas dolieron, pero al mismo tiempo significaron aprendizaje y lecciones sobre el crecimiento de la conciencia patriótica nacional y la expansión de la llama libertaria, paso a paso.

Se ha consignado que a pesar de no ser proclive en un inicio a realizar acciones en las ciudades sin el consecuente apoyo de fuerzas combativas, el Comandante en Jefe Rebelde aprobó finalmente el proyecto de la Huelga del nueve de abril, para lo cual emitió un llamamiento el 12 de marzo, recabando apoyo de los comandantes y jefes rebeldes con contundentes acciones y llamando al pueblo a sumarse.

No se equivocaron los coordinadores al pensar que había suficiente entrega y disposición de dar la vida, si fuera necesario. Pero fallas en la organización y en aspectos de táctica y estrategia dieron al traste con la concatenación de las iniciativas planificadas.

No se paralizó el país ni se pudo sumar a toda la población, como se aspiraba. Y eso, en lenguaje concreto, fue un fracaso.

En la capital cubana, Marcelo Salado (1927-1958) había puesto su mayor empeño, junto a organizaciones estudiantiles y el Frente Obrero Nacional, para garantizar el éxito de la huelga.

Además del asalto a la armería y otros alzamientos, se iniciaría allí un paro del transporte que no llegó a expandirse.

Hubo grupos de revolucionarios acuartelados a quienes no les llegaron armas, también delaciones y desorientacón.

En otros puntos de la nación acontecieron acciones, entre las que se destacaron las de la ciudad de Sagua la Grande, en el centro de Cuba, cuyo movimiento revolucionario llegó a tomar la urbe por 24 horas. Además, hubo acciones significativas en Santiago de Cuba, Bayamo y en Camagüey.

La jornada del nueve de abril culminaría en la capital con el asesinato en G y 25 de su jefe principal, Marcelo Salado, víctima de la delación de un ex compañero y si se quiere de la casualidad. No fue en vano su caída. Era un revolucionario enérgico, activo e inolvidable por su carisma y conducta intachable.

A tenor del aldabonazo de la masacre cometida contra sus participantes, se aprendieron lecciones y el tres de mayo de ese año la dirección nacional del M-26 se reunió en Mompié, en la Sierra Maestra, para analizar las causas del fracaso.

El movimiento, por decirlo de una manera, afina su estrategia para ir por todas al triunfo final, con avances, sumas y saltos cualitativos y sin retroceso. Solo la victoria en la mira.

EL EMPUJE Y CORAJE DE CIRO FRIAS

Un aparte merece hablar del aporte y el ejemplo de Ciro Frías Cabrera, quien nació en la ciudad oriental de Bayamo el 10 de diciembre de 1928.

Incorporado al Ejército Rebelde en enero de 1957, tuvo su bautismo de fuego en el combate de Altos de Espinosa, a principios de febrero.

Fue ascendido a capitán en el asalto al cuartel del Uvero el 28 de mayo de 1957. En esa batalla se hizo notar por su osadía y valor.

El 26 de julio de 1957 combatió bajo las órdenes de Guillermo García en el central Estrada Palma y el 20 de agosto fue el soldado más sobresaliente, sin discusión, del combate de Palma Mocha.

Más adelante capitaneó el combate de Mareón, al causar numerosas bajas al enemigo. Dirigió, con similares resultados el de Mota. Cada vez descollaba más.

Comandado por el joven jefe rebelde Raúl Castro participó con su escuadra en otras dos acciones: el 24 de diciembre de 1957, en Chapala, y el 16 de febrero de 1958, en la emboscada al refuerzo del ejército en Pino del Agua.

El bisoño Comandante Raúl Castro llevó con él a Ciro Frías, como ya dijimos, cuando se decidió la apertura del Segundo Frente Oriental.

El bayamés iba al mando del pelotón No 3 de la Columna No 6 Frank País, y así fue desde la Sierra Maestra hasta el macizo montañoso del norte de Oriente.

Murió durante el ataque al cuartel de Imías el  9 de abril de 1958, combatiendo a la vanguardia, como siempre lo hizo.

(Tomado de la ACN)



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