Eduardo Heras León, el escritor, el maestro (+Foto y video)

Editado por Martha Ríos
2019-02-15 15:55:37

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El prestigioso intelectual recibe el homenaje en la mayor fiesta de la cultura en Cuba. Fotos: Ariel Ley Royero

Por Yasel Toledo Garnache

Eduardo Heras León, a quien se dedica la XXVIII Feria Internacional del Libro de La Habana, constituye uno de esos escritores imprescindibles en la literatura de la Revolución, no solo por su calidad narrativa, sino también por reflejar sucesos como el enfrentamiento a la invasión mercenaria por Playa Girón.

Su vida y obra tienen las huellas de momentos peculiares y difíciles, pero sobre todo la luz de la fidelidad y el amor a su país, que incluso en medio del huracán de las incomprensiones lo mantuvo firme en el camino de las esencias.

Ganador del Premio Nacional de Literatura 2014, el Chino, como lo llaman cariñosamente familiares y amigos, es también símbolo de resistencia, humildad y amor a la creación y Cuba, con una admirable trayectoria como literato, pedagogo y cultivador de la cultura.

Imagino la alegría de Ivonne, su esposa, de los amigos y esa gran familia que es el Onelio durante estos días de Feria, cuando los homenajes y aplausos pululan en la fortaleza San Carlos de la Cabaña, sede principal del evento, y en otros lugares.

Entre los reconocimientos en esa fiesta de las letras, se incluye el Premio Pablo, el mayor galardón otorgado por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau a personalidades cubanas, “por su admirable ética literaria y personal; por su compromiso con la Revolución, con la literatura y con la verdad; por su capacidad generosa para compartir conocimientos, saberes e ideas sobre todo con los jóvenes que lo necesitan y lo merecen; y por su formidable ejemplo de resistencia y participación”.

El sonido del teléfono y el entusiasmo deben ser permanentes en el acogedor apartamento donde vive entre libros, deseos de superación personal y para los más jóvenes, y sueños, muchos sueños.

Hoy pienso en el Heras huérfano de padre a los 12 años de edad, que fue limpiabotas, vendedor de periódicos y billetes de lotería… durante parte de la década de los años ’50, pero que nunca dejó de fantasear.

Imagino al muchacho que combatió contra los agresores en Playa Girón y luego inmortalizó la experiencia en su libro La guerra tuvo seis nombres, por el que ganó el Premio David.

Me parece verlo alegre, cuando la noticia de su Mención única en el concurso Casa de las Américas de 1970, por ‘Los pasos en la hierba’.

Víctor Casaus (I) le entrega el mayor reconocimiento del Centro Pablo de la Torriente Brau.

Y después el desespero, la tristeza, las puertas cerradas… por una muy conocida polémica en el campo ideológico-cultural, provocada sobre todo por la crítica ‘Otra mención a los Pasos’, de Roberto Díaz, en el Caimán Barbudo, que desató tempestades en contra del joven intelectual.

Algunos hicieron cuestionamientos ideológicos bastante fuertes y ridículos. Heras fue expulsado del Consejo de Redacción del referido medio y de la escuela de Periodismo, donde cursaba el cuarto año. Pocos se mantuvieron a su lado, entre ellos Silvio Rodríguez y Senel Paz.

Aquello fue cuestión de divergencia por parte de alguien, que causó muchos sinsabores. Ahora el texto vuelve con su diseño original.

En el prólogo, Roberto Fernández Retamar expresa: “Para la Casa de las Américas es motivo de felicidad volver a publicar Los pasos en la hierba, obra de auténtico creador, un maestro y un compatriota leal”.

En aquella ocasión, el joven Heras pasó de las aulas universitarias a la fábrica Vanguardia Socialista, de fundición y forja de acero, donde se desempeñó como obrero-forjador y hornero, profesor de la Facultad Obrero-Campesina, responsable de Capacitación y jefe de Recursos Humanos.  

Durante un intercambio con alumnos en el Onelio, él nos contó que, después de aquello, nunca fue el mismo:

“Imagínate, yo había escrito dos libros y los dos fueron premiados. Escribía en cualquier lugar, a cualquier hora. Concebí Los pasos... en la Redacción del periódico. No me importaba el ruido de la gente, ni de los linotipos. Tenía una capacidad extraordinaria para concentrarme, un entusiasmo, tantos sueños…

“La situación, el castigo, fue como un tajazo que me frenó. Durante algún tiempo, ni siquiera leí, me sentía marginado, sin deseos para escribir. Nadie me explicaba nada, no dejaban que yo defendiera mis criterios. Solo los amigos verdaderos se mantuvieron a mi lado y también sufrieron. Después, varias personas me pidieron disculpas”.

Heras, también con una obra sobresaliente como crítico cultural, siguió aquí. Sus principios revolucionarios y el amor a Cuba y a su gente fue más grande que lo demás. Los premios siguieron llegando.

Su obra cuentística, desde La guerra… hasta 'Dolce vita' y otros títulos, tiene mucho de autobiográfica. Incluso, de la etapa en la fábrica sacó Acero, que aborda precisamente la vida de los obreros, con extensiones en otros como 'Cuestión de principio'.

Es inevitable recordar los días en el Onelio, cuando él y otros profesores nos recibían en una casona, ubicada en la quinta avenida capitalina, para alimentar nuestros deseos de ser escritores.

Me parece verlo otra vez aconsejar, sonreír y hablar de niveles de realidad, tipos de narradores, corrientes subterráneas de sentidos…, en fin, de ese otro mundo tan suyo: el de las técnicas literarias. Al final, se despide con un abrazo.

 Heras León, compilador de ‘Los desafíos de la ficción’, se retira oficialmente de sus responsabilidades en ese centro, pero seguramente nunca podrá hacerlo totalmente. Él está en las entrañas de esa institución, en las de muchos jóvenes y en las de las letras cubanas, que hoy le rinden homenaje como un acto de agradecimiento. (Tomado de la ACN)



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