Por Jorge Luna
Creo haber estado entre los primeros en conocer la noticia cierta de la muerte del presidente Salvador Allende en el palacio de La Moneda, aquel mediodía del 11 de septiembre de 1973, pero no la quise creer ni mucho menos transmitir.
En la corresponsalía de Prensa Latina en Santiago de Chile esa información le llegó a nuestro jefe, el periodista argentino-cubano Jorge Timossi, inmediatamente después del hecho por vía telefónica y de fuente absolutamente segura.
Nos la confirmó a los seis colegas chilenos, cubanos y peruanos que habíamos enviado al mundo las primeras acciones y comunicados golpistas, así como la presencia de Allende en palacio y una incipiente resistencia popular.
Ya los militares habían interrumpido nuestras comunicaciones vía teletipos y telex, aunque pudimos seguir usando el teléfono internacional.
Hay quienes debaten hasta hoy si Allende se suicidó o si fue asesinado, pero lo que rescatamos de esa jornada fue que murió defendiendo su mandato popular y constitucional con las armas en la mano.
Posteriormente, varios mandatarios progresistas han sido víctimas de golpes duros, blandos y parlamentarios, fraudes electorales y subversivas maniobras judiciales.
Conocí a Allende en persona poco antes de que iniciara su mandato (el 4 de noviembre de 1970), cuando él trabajaba desde lo que denominamos 'La Moneda Chica', una sede sindical convertida en hervidero de militantes y simpatizantes.
Allí llegué con 29 años de edad, estudios básicos de periodismo y mucho entusiasmo por el nuevo proceso político que se anunciaba. Me tocó traducir al inglés algunos discursos del presidente electo, quien acababa de cumplir 65 años y su tercera campaña presidencial.
Allende se caracterizaba por su cordialidad, pese a las crecientes tensiones.
Seguí todos sus discursos y declaraciones y comencé a estudiar su pensamiento político.
Me vinculé a su equipo de prensa que, con él, fue creciendo en experiencia para enfrentar las 'fake news' de la época y todas las agresiones.
Fue asesinado entonces el Comandante en Jefe del Ejército, General René Schneider para impedir su asunción al gobierno, cumplido el 4 de noviembre de 1970 en medio de tensiones extraordinarias.
A partir de allí pasé a ser reportero novato de Prensa Latina, en una corresponsalía que había reunido a verdaderos ejemplos del periodismo chileno, varios de los cuales terminaron siendo colaboradores del nuevo presidente.
Los jóvenes periodistas de entonces recordarán la intensidad de esas jornadas -a lo largo de los tres años del gobierno de Unidad Popular-, cubriendo La Moneda y el programa de gobierno, pero también numerosas marchas callejeras y los primeros actos terroristas.
Las acciones digitadas por Washington -según cientos de documentos oficiales desclasificados- para derrocar al abanderado del socialismo chileno fueron casi diarias, con huelgas empresariales que obstaculizaron el transporte, el comercio, la alimentación y la energía eléctrica.
Desde Prensa Latina cubrimos cada acontecimiento de ese rico proceso político, tanto de carácter nacional como internacional, incluyendo la visita que realizó a Chile el presidente cubano, Fidel Castro, en 1971.
En vísperas de ese viaje, Allende me expresó su alegría por la próxima visita del líder cubano a Chile, que consideraba muy importante.
A comienzos de 1973 se desencadenaron los preparativos del golpe militar que, incluso, tuvo una suerte de ensayo frustrado en junio de ese año con el llamado 'Tanquetazo'.
Previo al zarpazo, miles de chilenos desfilaron ante el balcón de La Moneda, vitoreando a Allende y denunciando los planes golpistas. Muchos de ellos pidieron armas para enfrentar a los fascistas.
Es que el golpe no fue para nada sorpresivo, aunque sí la fecha y la hora.
Desde temprano, el martes 11 de septiembre, Prensa Latina informó sobre los extraños movimientos de naves de la Armada Chilena en el puerto de Valparaíso y el urgente traslado del presidente y sus colaboradores a La Moneda.
Transmitimos mientras pudimos, hasta que efectivos militares procedentes del palacio en llamas y de la destruida sede de la revista Punto Final, vecina de Prensa Latina, realizaron un prolongado allanamiento.
Fuimos expulsados del país por los golpistas, pero Prensa Latina siguió denunciando el asesinato de centenares y luego miles de chilenos y la detención de otros tantos en centros clandestinos de reclusión, tortura y asesinato.
Hoy, a 46 años de la muerte de Allende, con la desaparición de la dictadura y el paso de varios gobiernos civiles, parece crecer más aún la vigencia de su pensamiento y de su lucha. (Tomado de PL)