Trump pone en tela de juicio la salud de su adversario y ahora la suya está bajo escrutinio

Editado por Pedro Manuel Otero
2020-09-03 17:56:23

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Washington.-  Durante gran parte de su vida, el presidente Donald Trump se ha autoproclamado como una especie de superhombre que en su juventud destacó en los deportes, tiene energía infinita, necesita pocas horas de sueño y rara vez se enferma. Así como lo dictó alguna vez para una declaración publicada bajo el nombre de un médico complaciente, él es “el individuo más saludable que jamás haya ocupado la presidencia”.

Por lo tanto, mientras Trump busca convertirse en el individuo de mayor edad en ocupar el cargo durante un segundo periodo, las preguntas que se han planteado recientemente respecto a su condición física y mental le han provocado paroxismos de cólera. Han complicado sus esfuerzos por poner en tela de juicio la salud de su contrincante, el exvicepresidente Joe Biden, su contemporáneo septuagenario.

El presidente Donald Trump aborda el avión presidencial tras dar un discurso en Wilmington, Carolina del Norte, el 2 de septiembre de 2020. (Anna Moneymaker/The New York Times)

El mandatario sacó el tema a colación esta semana cuando mordió el anzuelo del tuit de un detractor y negó haber tenido “miniderrames cerebrales” el año pasado más o menos en la fecha en que hizo una visita misteriosa al hospital. Sin embargo, Trump solo suscitó más dudas cuando no pudo ofrecer explicaciones congruentes sobre esa visita hospitalaria. Escribió que fue “para completar mi examen físico anual”, lo cual contradijo lo que explicó en aquel entonces, cuando declaró que se trató de “la primera fase de mi examen físico anual” que iba a completarse más tarde.

Este tema sale a la luz un par de meses después de que la aparición de Trump en una ceremonia de graduación de la Academia Militar de Estados Unidos en West Point causó especulaciones puesto que le costó trabajo levantar y acercarse un vaso de agua a la boca, por lo que tuvo que ayudarse de ambas manos, y se vio especialmente titubeante al bajar una rampa como si tuviera miedo de caerse. Enfureció en aquella charla y se mofó de la idea de que tuviera algún tipo de malestar ese día. Desde entonces, ha presumido los excelentes resultados que obtuvo en una prueba diagnóstica de demencia que demuestran que “en lo cognitivo estoy en orden”.

Apenas la semana pasada, en una entrevista con The New York Times, Trump arrojó el comentario, sin que se le preguntara, de que estaba en muy buena forma. “Me siento bien”, dijo. “Creo que me siento mejor que hace cuatro años”.

La cuestión de la salud del presidente en ocasiones ha influido en las contiendas electorales, pero pocas veces ha sido tan intensa como este año, en el que Trump, de 74 años, se enfrenta a Biden, de 77 años, quien sería la persona de mayor edad en ser elegida a la presidencia y a veces ha tenido dificultades para expresarse.

El mandatario ha sugerido en repetidas ocasiones que Biden padece algún deterioro de salud (como demencia, pero sin usar la palabra), y la semana pasada, afirmó con falsedad, en dos ocasiones y sin evidencia alguna, que el exvicepresidente consumía drogas. Fue la repetición de una táctica similar que Trump usó en contra de Hillary Clinton en su campaña de hace cuatro años.

“Toma algún tipo de estimulante, en mi opinión”, declaró Trump en una entrevista con Fox News que salió al aire la noche del martes. Además, sostuvo que tanto él como Biden debían someterse a una prueba antidopaje antes de sus debates este otoño, tal como retó a Clinton a hacer lo mismo en 2016. Al igual que Clinton, Biden ha ignorado la propuesta.

La visita del presidente al Centro Médico Militar Nacional Walter Reed en Maryland en noviembre sigue siendo tema de debate. En un nuevo libro, “Donald Trump v. the United States”, Michael S. Schmidt, un reportero del Times, escribió que ese día se corrió la voz de que el vicepresidente Mike Pence debía estar en alerta en caso de que el mandatario tuviera que someterse a un procedimiento que requiriera anestesia general.

Los informes contenidos en el libro instaron a Joe Lockhart, secretario de prensa de la Casa Blanca durante el gobierno del presidente Bill Clinton, a plantear una pregunta esta semana en Twitter: “¿Acaso @realDonaldTrump tuvo un derrame cerebral y se lo ocultó al pueblo estadounidense?”.

Trump vio por primera vez los informes de que Pence debió estar “en alerta” en los principales noticieros de la mañana, y en algún momento alguien le mostró un artículo y una serie de tuits que incluían el de Lockhart. Furioso, el presidente les reclamó a sus asistentes que era verdad que había ido por su examen físico y que la historia sobre Pence no era cierta. Despotricó en un tuit en el que negó haber sufrido “una serie de miniderrames cerebrales” —curiosamente, con esas palabras rebatió algo un poco distinto al derrame que Lockhart cuestionó— y le ordenó al médico de la Casa Blanca que le diera seguimiento al asunto con una declaración que lo confirmara.

Después, la campaña de Trump publicó una declaración en la que le solicitó a CNN despedir a Lockhart como colaborador por “promover de manera deliberada una teoría conspiratoria sobre la salud del presidente Trump”. En la misma declaración, la campaña promovió su propia teoría de la conspiración sobre la salud de Biden, describiéndolo como “alguien que de verdad ha dado pasos en falso”. En la noche del martes, Trump regresó a Twitter para declarar que “Mike Pence jamás estuvo en estado de alerta”.

Cuando se le preguntó el martes en Fox News si se había puesto en alerta en caso de que Trump fuera anestesiado, Pence eludió la pregunta al principio, diciendo que Trump “está en excelente forma” y que como vicepresidente “siempre se me informa sobre los movimientos del mandatario”.

Cuando el presentador, Bret Baier, lo presionó al respecto, Pence no negó el informe, sino que afirmó no recordarlo. “No recuerdo que me hayan ordenado estar en alerta”, declaró. “Se me informó que el presidente tenía una cita médica”. Agregó: “Estar en alerta siempre es parte de este trabajo”.

Trump, quien pesaba 110 kilogramos la primavera pasada, tiene sobrepeso y en sus propias palabras, prefiere comer hamburguesas con queso que alimentos más saludables. Además del golf, desprecia el ejercicio, pues tiene la teoría de que agota la energía limitada de una persona. Una tomografía computarizada de calcio coronario tomada en 2018 registró una cuantificación de 133, lo cual significa que Trump tiene un tipo de enfermedad cardiaca común entre los hombres mayores de 70 años que, por lo general, se puede tratar con medicamentos que reducen el colesterol y una mejor alimentación.

Según varias fuentes, no necesita dormir tantas horas como la mayoría de la gente, suele quedarse despierto hasta después de la medianoche y luego se vuelve a levantar al amanecer. Sin embargo, sus asistentes dicen que, por lo general, trabaja desde la residencia de la Casa Blanca en la mañana y, en ocasiones, duerme hasta tarde después de un mitin nocturno. Su hermano Robert Trump, tres años menor que él, falleció el mes pasado y la Casa Blanca no ha revelado la causa de muerte, aunque un amigo de la familia dijo que había sufrido hemorragias cerebrales, que comenzaron tras una caída reciente.

The New York Times." type="text">(Peter Baker/ This article originally appeared in The New York Times)



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