Por Pedro Martínez Pírez
El miércoles 6 de enero de 1999, en la sede del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, entrevisté por última vez al gran Pintor de Iberoamérica y entrañable amigo Oswaldo Guayasamín.
El Maestro estaba feliz porque ese día condecoraban a su hijo Pablo en el lugar exacto en que él había hecho el primer retrato al Comandante Fidel Castro el 6 de mayo de 1961.
Yo había conocido a Guayasamín en Quito a mediados de 1960. El fue una de las personalidades que me recibió en el aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, cuando llegué procedente de La Habana, luego de una escala en la ciudad de Miami, donde no me permitieron salir del aeropuerto porque, según me dijeron, podría yo ser uno de los tantos espías rusos que se infiltraban en América del Sur con pasaporte diplomático cubano.
A lo largo de los años fuímos entrañables amigos porque fui yo el diplomático que lo recibió en la Embajada cubana en Quito en los días del ataque mercenario e imperialista por Playa Girón, en abril de 1961, cuando él quiso viajar a Cuba a patentizar su solidaridad con la Revolución Cubana y hacer un retrato a Fidel.
Guardo como un tesoro el audio de la entrevista en que Guayasamín me dice que yo “lo metí en un avión horriblemente viejo, con un montón de gente”, en el cual él viajó a La Habana e hizo el primer retrato a Fidel.
Después nos vimos muchas veces en Quito, en Nicaragua, en Barcelona y en La Habana.
Me invitó siempre a estar presente en los numerosos retratos que hizo a personalidades cubanas como Carlos Puebla, a quien hizo un retrato en su casa de Quito el 7 de septiembre de 1961: a Silvio Rodríguez, a quien pintó en La Habana el 29 de noviembre de 1986, cuando el cantautor cubano cumplió 40 años de edad y me dijo que “había sido bendecido por las manos de los Andes”. A José Ramón Fernández, a quien definió como “un hombre azul” y al Comandante Fidel Castro, en el cuarto y último retrato que hizo al Jefe de la Revolución Cubana , el famoso Fidel con manos.
Nunca olvidaré la recepción que dio a Fidel en agosto de 1988, cuando el Comandante realizó su primera visita a Quito para asistir a la toma de posesión de Rodrígo Borja.
Fue el momento en que al cumplir el Comandante Fidel Castro 62 años de edad, Guayasamín y la Fundación adquirieron el derecho a celebrar los cumpleaños del Comandante cubano. Y así lo hicieron, gracias al fecundo trabajo de Alfredo (Cachito) Vera, esposo de Saskia, la hija mayor del pintor, y él mismo varias veces Ministro y Director de Relaciones Internacionales de la Fundación Guayasamín.
Estuve con Guayasamín, Fidel y Eusebio Leal cuando en La Habana , el 8 de enero de 1993, se inauguró la Casa Museo que lleva el nombre del pintor ecuatoriano.
De Guayasamín guardo muchos recuerdos, uno de ellos haber sido uno de sus invitados a los actos por su 75 cumpleaños, cuando me alojé en su casa junto al ex presidente dominicano Juan Bosch, el científico cubano Antonio Núñez Jiménez, y todos asistimos al acto en que Oswaldo colocó en Sangolquí, a menos de 30 kilómatros de Quito, la escultura del indio rebelde Rumiñahui.
En ese año, 1994, Oswaldo me nombró Miembro de Honor de la Fundación Guayasamín.
Y tengo también secretos del Maestro, cuando me dijo en horas de la madrugada, en su casa, atendidos por Doña Marlene, la empleada de Osvaldo, que quería finalizar su vida con una esposa cubana.
Guayasamín murió el 10 de marzo de 1999 y junto a él, en las raíces del pino que el Maestro sembró, están las cenizas de varios familiares y amigos, y también de su primera esposa ecuatoriana, Maruja Monteverde, quien vivió 103 años y reposa ahora con su primer y gran amor, el Pintor Oswaldo Guayasamín.
Son mis recuerdos desde La Habana, donde pronunciar el nombre de Guayasamín, equivale a abrir las puertas del amor y la solidaridad hacia el gran y único pintor para el cual posó en cuatro ocasiones el Comandante Fidel Castro, el Lider Histórico de la Revolución Cubana.