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Por: Ángel Guerra Cabrera
Conmueve la solidaridad activa recibida por Cuba en estos días dolorosos desde innumerables rincones del mundo. Fue muy emocionante ver la llegada de los primeros aviones de México y Venezuela –del buque Libertador de la Armada mexicana entrando a la bahía de Matanzas- y la pronta incorporación de sus bomberos y personal especializado a la extinción, junto a sus hermanos cubanos, del incendio en la terminal de supertanqueros de Matanzas. La rápida y muy eficaz respuesta mexicana y venezolana habla del cariño y respeto por el pueblo cubano, por Raúl y el presidente Diaz-Canel, de los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Nicolás Maduro Moros. Prefigura también un futuro posible y muy deseable de unidad latinoamericana y caribeña a la que llamaba Gustavo Petro al asumir la presidencia de Colombia. Si no lo alcanzamos, no dejaremos de ser “aldeanos vanidosos”.
La batalla de Matanzas confirmó las extraordinarias reservas patrióticas, políticas y morales sembradas por la revolución. Mostró la generosidad prodigada por cubanas y cubanos, a sus hermanos de la bella ciudad yumurina y a quienes, procedentes de distintos puntos del país, combatían allí con heroísmo y entrega el más peligroso incendio en la historia nacional.
Son estos resortes subjetivos los que explican la conducta admirable de bomberos, pilotos de helicópteros, miembros de las brigadas de salvamento y rescate, personal médico y de todos aquellos –hombres y mujeres- que combatían, en la primera línea, o en la retaguardia, el inclemente incendio. Muchos de ellos muy jóvenes, por cierto. Ha sido ejemplar la cálida y fraterna solidaridad levantada en el pueblo matancero y en todo el país hacia quienes combatían el siniestro o sufren de algún modo sus efectos. El hecho es más notorio si se tiene en cuenta que la isla atraviesa una situación de duras penurias económicas a consecuencia de un recrudecimiento feroz y sin precedente del bloqueo por Donald Trump, que, en lo fundamental, es mantenido igual por su sucesor Joseph Biden. Las restricciones de Trump, unidas a la caída del turismo y de otras actividades económicas a causa de la pandemia, crearon un cuadro de escasez de combustible, alimentos y medicinas, que no ha variado significativamente, pese a los extraordinarios esfuerzos del gobierno por asegurar un piso básico vital a toda la población.
La percepción de fuentes de irritación es mayor, incluso aunque ocurran algunas mejorías, porque los constantes apagones hacen muy difícil la vida de muchos, sobre todo en estos meses de calor sofocante. Los apagones también se relacionan con la resequedad financiera ocasionada por el bloqueo, que impide la renovación de la obsoleta industria eléctrica y se agravan, junto a las fallas en el transporte, por la implacable persecución de EU a las compras de combustible por Cuba en el mercado internacional. A este, como a todos los problemas que afectan a la población, el presidente Díaz-Canel y el gobierno han dedicado largas sesiones de trabajo y explicado pormenorizadamente al pueblo qué se está haciendo para solucionarlos o mitigarlos. Recientemente el presidente recorrió todas las unidades de generación eléctrica del país y sostuvo un dialogo con sus abnegados trabajadores.
Esta serie de problemas acumulados explica que se haya incrementado el malestar social, estimulado y aprovechado de la forma más cruel y oportunista por el gobierno de Estados Unidos(EU), que, paralelo a la guerra mediática desarrolla hace décadas una guerra cultural, enfatizada notoriamente en los últimos tres años con el uso inescrupuloso e inmoral de las redes sociales y de una tupida red de medios digitales contrarrevolucionarios que, unidos a la actividad subversiva que impulsa, incluso desde su embajada en La Habana, mucho tuvieron que ver con la creación del caldo de cultivo desencadenante de los disturbios del 11J.
Washington afirma cínicamente que sus “sanciones” no buscan perjudicar al pueblo cubano sino a sus dirigentes mientras intensifica la guerra híbrida contra la isla, con su componente de guerra sicológica en busca del golpe suave.
Pero los escenarios dantescos sobre Cuba, la supuesta ausencia de gobernabilidad en el país y la magnificación de los más simples hechos de la vida cotidiana dibujados por los medios hegemónicos y por el enclave mediático de Miami, donde en estos días el odio ha alcanzado cotas nauseabundas, se hacen trizas cuando se valoran las actitudes de la nación cubana ante situaciones como la de Matanzas. Ya en trance de extinguirse las llamas, Díaz-Canel, que ha estado allí pendiente de todo desde poco después de estallar el siniestro, dijo a venezolanos y mexicanos: “Con ustedes hemos sofocado el incendio”. Todavía le queda a Cuba identificar en un área calcinada a 14 bomberos desaparecidos y continuar dando cariño a sus deudos. Murieron en brazos de la patria agradecida.