Martí por la Independencia. Foto: Archivo/MC
por Rafael Calcines
El reinicio de la guerra por la independencia de Cuba de España, el 24 de febrero de 1895, concretó los empeños de José Martí en el camino hacia una nación libre y “con todos y para el bien de todos”.
La desunión fue uno de los factores esenciales en los fracasos en los intentos emancipadores, como la guerra de 1868, que terminó 10 años más tarde con la rendición del Pacto del Zanjón, que no pudo conjurar la histórica protesta de Baragua, protagonizada por el general Antonio Maceo.
Desenlace desfavorable tuvieron la llamada Guerra Chiquita y otros episodios, también marcados de alguna forma por la desunión de los grupos partidarios de la libertad de Cuba, lastre que Martí advirtió y se empeño en transformar en unidad mediante una titánica labor proselitista en el extranjero y hacia el interior del país.
Momento decisivo fue la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) el 10 de abril de 1892, cuyas bases desde el primer artículo dejaban claro que “se constituye para lograr con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”. Martí lo definió el 3 de abril de abril de 1892 en el periódico Patria, fundado por él: «Nació uno, de todas las partes. Y erraría, de afuera o de adentro, quien lo creyese extinguible o deleznable. Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura, lo que un pueblo quiere. El Partido Revolucionario Cubano es el pueblo cubano”.
EL “GRITO DE BAIRE”
El levantamiento para la “guerra necesaria” el 24 de febrero no estuvo exento de calamidades, sobre todo cuando el 10 de enero de ese año las autoridades de Estados Unidos incautaron en el puerto de Fernandina tres barcos con un importante cargamento de armas y hombres necesarios para comenzar las hostilidades.
Pero ese duro golpe no aplazó la decisión tomada, y el 29 de enero Martí, en su condición de Delegado del Partido, y el general Mayía Rodríguez, a nombre del Generalísimo Máximo Gómez, y Enrique Collazo, como representante de la Junta Revolucionaria de Cuba, firmaban la orden de alzamiento.
Esa, aseguran anales historiográficos, llegó a La Habana escondida dentro de un tabaco y fue recibida por Juan Gualberto Gómez, representante del PRC en Cuba.
De inmediato el mensaje se fue conociendo, aunque por diferentes motivos el levantamiento simultáneo previsto para toda la nación no ocurrió, pues solo la zona oriental logró el alzamiento en la fecha prevista.
Aunque quedó para la posteridad como el Grito de Baire, los alzamientos se registraron en una treintena de localidades del territorio que hoy comprende las provincias de Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo, y también en la occidental Matanzas, aunque este último fue aplastado por las fuerzas españolas.
El posterior desembarco también por el territorio oriental de las grandes figuras de las guerras anteriores, Antonio Maceo, por Duaba, y Máximo Gómez y José Martí, por Playitas de Cajobabo, dio el impulso definitivo a la gesta emancipadora.
El desenlace de la contienda es conocido. Con España agotada y las tropas insurrectas a punto de alcanzar la victoria, esta les fue arrebatada con la intervención oportunista de Estados Unidos en lo que se denominó la Guerra hispano-cubano-americana, que desembocó en la materialización de los históricos planes de Washington de imponer su dominación.
A tal desenlace contribuyeron también las muertes en combate de José Martí, el 19 de mayo de 1895, y del general Antonio Maceo, el 7 de diciembre de 1896, cuyas ausencias dejaron el campo libre a otras manifestaciones de fraccionamiento y desunión entre las fuerzas independentistas.
128 AÑOS DESPUÉS
Aunque el empeño por lograr la definitiva independencia de Cuba quedó una vez más postergado, por sus enseñanzas, el 24 de febrero quedó como fecha clave en la historia de Cuba.
Resulta -a 128 años- muestra fehaciente del inquebrantable deseo de la mayoría de los cubanos de obtener la total independencia aun al precio de enormes sacrificios, como se constató incluso cuando ante la expansión de la lucha armada, España decretó la reconcentración forzosa de la población campesina en pueblos y ciudades, lo que provocó la muerte de miles de personas y enormes penurias.
El 24 de febrero demostró que el logro y preservación de la unidad es condición indispensable para mantener la integridad e independencia de la nación, enseñanza que predicó de forma permanente el líder histórico de la Revolución Fidel Castro, considerado por muchos como el más avanzado discípulo de las ideas martianas.
En su visión adelantada de la realidad contemporánea, Martí procuraba con la guerra necesaria poner coto a las tendencias que aspiraban a la autonomía, o peor aún, a quienes alentaban el anexionismo con Estados Unidos, y en su cruzada libertaria iba más allá de la independencia de la colonia para bregar con el PRC por fundar “un pueblo nuevo y de sincera democracia”.
Más aún, veía en esa contienda la muralla para “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”, como expresara a su amigo mexicano Manuel Mercado en la carta, inconclusa, que comenzó a escribir el día antes de morir en combate.
Por todo ello este día devino símbolo. No por gusto fue el escogido de 1976 para proclamar la Constitución de la República de Cuba, primera de carácter netamente socialista del hemisferio occidental, y que igualmente, en 2019, la mayoría de los cubanos dijeran sí a la actual carta magna, que constituye un paso adelante en el logro de la república que Martí soñaba “con todos y para el bien de todos”.