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Hace 121 años las intenciones de Estados Unidos hacia Cuba quedaron claras, al proclamar, el 20 de mayo de 1902, una república mediatizada que fue una burla al sentimiento independentista nacional, pues lo que nacía era una neocolonia del incipiente imperio del Norte revuelto y brutal que nos desprecia.
El izamiento de la enseña nacional en el viejo Palacio de los Capitanes Generales, de La Habana, finalizaba la ocupación militar de Estados Unidos, pero imponía un Gobierno sumiso a sus intereses, debido a la imposición, en la Constitución de la República, de la Enmienda Platt, que ataba al país a los mandatos de Washington.
El líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, apuntaría años después que «lo peor de la Enmienda fue la hipocresía, el engaño, el maquiavelismo y el cinismo con que elaboraron el plan para apoderarse de Cuba».
El pretexto de la oportuna y misteriosa explosión del acorazado Maine, en la bahía habanera, intentó «justificar» mediáticamente al mundo la intervención estadounidense cuando la metrópoli española ya no podía sostener la guerra, ni militar ni económicamente, frente al pujante Ejército Libertador cubano.
La ocupación fue un duro golpe a la independencia por la que el pueblo cubano había luchado durante más de 30 años contra el colonialismo español, y cuya guerra ya estaba prácticamente ganada.
Con engaños y falsas promesas, les arrebataron el triunfo a los mambises y no les permitieron siquiera entrar en Santiago de Cuba.
Al impedírsele entrar en la capital oriental para participar en la rendición española en 1898, bajo el pretexto de posibles venganzas de los cubanos, el General Calixto García dirigió una enérgica protesta al general estadounidense William Shafter.
La ocupación militar estadounidense, «legitimada» ante las potencias de la época por el Tratado de París, del 10 de diciembre de 1898, permitió a EE. UU. entrar formalmente en posesión de Cuba el 1ro. de enero de 1899.
John R. Brooke fue impuesto como gobernador militar y dividió el país en siete departamentos, dejando al frente de cada uno a un general del ejército de ocupación, reservando para sí la autoridad suprema.
De inmediato comenzó la otra ocupación, la económica, con la penetración de capitales estadounidenses en sectores como las industrias tabacalera, azucarera y la minería, en abierta competencia con los intereses económicos británicos en la Isla.
El 20 de diciembre de 1899, el general Leonard Wood, gobernador de Santiago de Cuba, sustituyó a Brooke como gobernador de la Isla, fortaleció el dominio estadounidense sobre los sectores económicos y se propuso «americanizar» Cuba por medio de una ocupación prolongada.
Los amañados comicios presidenciales de 1901 fueron un vivo ejemplo de la manipulación de Washington. Los generales Máximo Gómez, quien condujo las fuerzas independentistas cubanas; y Bartolomé Masó, igualmente vinculado a la contienda, retiraron sus candidaturas debido a las distorsiones del proceso, y resultó electo Tomás Estrada Palma como presidente, quien había sucedido a José Martí en el cargo de Delegado del Partido Revolucionario Cubano (PRC), para luchar por la independencia.
Estrada Palma, luego de la ocupación yanqui, disolvió el PRC, clausuró su periódico Patria, y fue un factor importante en la desmovilización del Ejército Libertador y de los órganos de dirección de la Revolución, con lo cual facilitó la tutela de la gran potencia y hasta una posible anexión de la Isla.
El 20 de mayo de 1902, el patriota vinculado a la gesta libertadora de 1895, Juan Gualberto Gómez, alertó al pueblo cubano, en la revista El Fígaro, que «más que nunca hay que persistir en la reclamación de nuestra soberanía mutilada; y para alcanzarla, es fuerza adoptar de nuevo en las evoluciones de nuestra vida pública las ideas directoras y los métodos que preconizara Martí».
El saliente gobernador militar, Leonard Wood, declaró entonces, sin tapujos ni vergüenza que, «por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt, y lo único indicado ahora es la anexión. Es bien evidente que está absolutamente en nuestras manos. Con el control, que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo. La Isla se norteamericanizará gradualmente y a su debido tiempo contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo».
Próximo a concluir su periodo como presidente, Estrada Palma decidió ser reelegido, para lo cual se valió de la fuerza del poder y del fraude.
Esto motivó que los seguidores del Partido Liberal se alzaran en armas. Cuando se percató de que la revuelta popular amenazaba con derrocarlo del poder, prefirió solicitar al Gobierno yanqui una nueva intervención militar.
Durante casi tres años, entre 1906 y hasta el 28 de enero de 1909, la Isla se mantuvo nuevamente bajo la administración militar estadounidense.
En las elecciones convocadas por la segunda intervención militar, el 14 de noviembre de 1908 resultó electo José Miguel Gómez, y en su Gobierno se llevó a cabo una violenta represión contra el Movimiento Independientes de Color, en 1912.
No sería hasta el 1ro. de enero de 1959, con el triunfo de la Revolución Cubana, que la Isla conquistaría su definitiva independencia frente al mismo enemigo que ambiciona desde hace más de un siglo dominarla. Intentos que han fracasado y seguirán fracasando por la voluntad independentista de su pueblo.
(Tomado de Granma)