Javier Milei, candidato de extrema derecha sin experiencia política, logró mayoría de votos
fuera de las estructuras partidarias tradicionales.
Por Alfredo García Almeida*
El pueblo argentino está perdiendo su memoria histórica. El pasado 13 de agosto, se realizaron en Argentina las elecciones “Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias”, (PASO), para determinar las precandidaturas en las elecciones presidenciales y legislativas del próximo 22 de octubre de 2023, con un resultado que parece olvidar la heroica lucha revolucionaria desde finales de la década de los 50 del pasado siglo.
Por primera vez en cuatro décadas de “democracia”, un aspirante de extrema derecha, Javier Milei, sin experiencia política, logró mayoría de votos fuera de las estructuras partidarias tradicionales, quedando el país dividido en tres segmentos electorales. Con 95,45% de las mesas escrutadas, Milei obtuvo el 30,16% de los votos. En el partido opositor, “Juntos por el Cambio”, con Patricia Bullrich, exministra de Seguridad y peronista de centro, logró el 28,26%. Y el oficialista partido peronista, “Unión por la Patria”, con el ministro de economía, Sergio Massa, consiguió el 27,18%. Sin embargo, el porcentaje de participación en el PASO, fue la más baja desde su inicio en 2011 (69% del electorado). Tras el resultado electoral, se produjo una brusca devaluación del peso con el 22.45% de caída frente al dólar oficial. La corrección cambiaria que era demandada por el FMI, fue interpretada como un gesto para que aprueben nuevos créditos.
Milei es un economista neoliberal ortodoxo y carismático, sin experiencia política, notorio por sus intervenciones televisivas y radicales propuestas para combatir la crisis que atraviesa Argentina. Entre sus “méritos” se cuenta la admiración al expresidente, Donald Trump, sus vínculos con el partido ultraconservador, Vox, de España, con el expresidente brasilero, Jair Bolsonaro y con el excandidato presidencial chileno, (pinochetista), José Antonio Kast.
En estos comicios se presentaron 27 fórmulas presidenciales pertenecientes a 15 partidos y coaliciones, de los cuales 7 celebraron elecciones internas para definir al precandidato, que lo representará en las elecciones presidenciales. En caso de que ninguna fórmula supere el 45% de los votos, se celebrará una segunda vuelta el 19 de noviembre.
La aparente amnesia sobre la trayectoria revolucionaria argentina, es sorprendente. La lucha insurreccional fue iniciada en 1959 por el Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación, ELN-MPL, conocido como “Uturuncos”, (Hombres Tigres en idioma aborigen), con el propósito de conseguir el regreso del exilio del expresidente, Juan Domingo Perón, tras su derrocamiento en 1955 por un golpe de Estado fascista.
Después de dos fallidos intentos guerrilleros en las montañas de Tucumán, en 1970 el ELN-MPL, fundó Montoneros y Fuerzas Armadas Peronistas, FAP, para continuar la lucha armada urbana. Las dictaduras fascistas se fueron sucediendo una tras otra, hasta 1983. Durante ese período, el movimiento revolucionario integrado por Montoneros, Fuerzas Armadas Peronistas, FAP, Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y Frente Argentino de Liberación (FAL), enfrentó a las dictaduras con un alto costo en vidas y sufrimiento humano, para alcanzar un “socialismo nacional” con características propias de la cultura argentina. La crisis cíclica que vive Argentina, es desde entonces, reflejo del inestable equilibrio entre el movimiento revolucionario derrotado y la clase política que se benefició de la apertura “democrática” negociada con el militarismo fascista y la elite oligárquica.
* periodista, analista internacional colaborador desde Mérida, Yucatán.