Imagen ilustrativa tomada de Kaos en la red
Por Alfredo García Almeida*
El próximo 4 de abril, la OTAN celebra su 75 aniversario con la incorporación de Finlandia y Suecia, convirtiendo al bloque militar con sus 32 Estados miembros, en el más poderoso del planeta. Tras el colapso de la URSS y de la alianza militar del Pacto de Varsovia, sin poder justificar durante décadas su existencia por la ausencia de un “enemigo” que amenazara a Europa, finalmente la OTAN vuelve a sus raíces con la guerra contra Rusia.
Sin embargo, a pesar de su aparente fortaleza frente a una desafiante Rusia, surgida como, Ave Fénix de sus cenizas, la OTAN se enfrenta a un “enemigo”, no por más sutil menos peligroso: su excesiva dependencia de EEUU.
Desde su fundación en 1949, Washington ha estado en el centro de la OTAN, liderando la defensa de Europa. El comandante Supremo Aliado de la OTAN, es siempre un general estadounidense y la máxima garantía de seguridad de la OTAN, es el potencial nuclear norteamericano. Cuando Europa lucha, depende de los aviones, transporte militar y de la Inteligencia estadounidense. Si un país de la OTAN fuera atacado, las fuerzas estadounidenses serían la vanguardia en el combate. En los primeros días de fundada la OTAN en 1949, EEUU desempeñó la misión de avanzada militar, mientras Europa se reconstruía después de la II Guerra Mundial. Washington se acostumbró a tomar las decisiones y los líderes europeos aceptaron su papel secundario. A partir de entonces, la dependencia de Europa de EEUU, se convirtió en una característica de las operaciones militares de la OTAN.
Sin embargo desde hace algunos años, ha surgido una corriente política en ambas orillas del Atlántico, sobre la necesidad de que los europeos se hagan cargo de su propia seguridad. Francia y Alemania han liderado esa iniciativa en Europa, a la que Washington siempre se ha opuesto.
Los vientos de cambio hacia la seguridad europea, también vienen desde EEUU. La Administración de Donald Trump, criticó a la OTAN, al considerar que Washington soporta una carga financiera excesiva como principal garante de la defensa de otras 30 naciones y su advertencia, que de ganar las elecciones presidenciales, no defendería a países de la OTAN que estén en mora con sus pagos, rompiendo el tradicional consenso bipartidista norteamericano a favor de la OTAN.
Incluso el presidente, Joe Biden, al que se atribuye un profundo vínculo con la OTAN, pareció subestimar a Europa durante su primer año en el cargo. Su administración apenas coordinó con Europa la retirada de Estados Unidos de Afganistán y firmó el acuerdo sobre submarinos atómicos, AUKUS, con Australia y el Reino Unido, restando importancia a las consecuencias en las relaciones de Estados Unidos con Francia, cuando reemplazó sin previo aviso, un acuerdo de Paris sobre submarinos con Australia.
A pesar del creciente debate sobre la seguridad europea, los expertos consideran que dado lo profundamente involucrado que está EEUU a través de la OTAN en el sistema de defensa de Europa, si Washington se retirara de la Alianza Atlántica, ninguna solución podría garantizar la seguridad europea.
* periodista, analista internacional colaborador desde Mérida, Yucatán.
