Investigadores de la Universidad de Akron lograron reproducir con tecnología moderna grabaciones perdidas de canciones entonadas por las víctimas del Holocausto nazi recluidas en campos de concentración, informa el portal del centro de altos estudios.
En los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, cuando los aliados comenzaron a liberar a los prisioneros de los campos de concentración nazis, capturaron en la película los horrores que vieron allí.
Pronto, todo el mundo vio imágenes de supervivientes esqueléticos que daban testimonio silencioso de lo que ellos y millones más habían sido obligados a soportar. El doctor David Boder estaba decidido a dar voz a los supervivientes.
En el verano de 1946, el psicólogo entrevistó a por lo menos 130 supervivientes judíos en nueve idiomas en campos de refugiados en Francia, Suiza, Italia y Alemania. Con un grabador de alambre –entonces considerado un equipo de vanguardia– y 200 bobinas de alambre de acero, Boder conservó algunas de las primeras historias orales de los supervivientes del campo de concentración. También grabó sesiones de canciones y servicios religiosos.
Una parte del trabajo de Boder quedó archivada en el Centro para la Historia de la Psicología Nicholas y Dorothy Cummings de la Universidad de Akron desde 1967. Pero no fue hasta que un reciente proyecto para digitalizar las grabaciones se puso en marcha, que un carrete que contiene las “Canciones de Henonville”, realizado en hebreo y alemán y desaparecido hace mucho tiempo, fue descubierto en un contenedor mal etiquetado.
“Creo que es uno de los descubrimientos más importantes de nuestras colecciones en nuestros 50 años de historia”, señala David Baker, director ejecutivo del centro.
“Las canciones fueron grabadas en un campo de refugiados en Henonville, Francia. Los nazis hicieron que los prisioneros cantaran algunas de estas canciones mientras iban y volvían de sus lugares de trabajo forzado”, asegura.
“Es increíble que podamos dar al mundo la melodía de una canción cantada por los condenados a muerte a través del trabajo forzado durante uno de los horrores más indescriptibles del siglo XX”, agrega Baker.
Recuperar las voces del alambre de acero resultó un reto. Aunque el Cummings Center tenía varios grabadores de alambre en su colección, ninguno era compatible con los carretes en los cuales Boder hizo sus grabaciones. James Newhall, un productor multimedia en la universidad, lideró la búsqueda de un modelo justo. Tardó un año y en realidad fue su compañera de trabajo, Litsa Varonis, quien vio la unidad en eBay. Varonis, ahora retirada de la UA, hizo la compra y donó la grabadora al centro.
Fue su esposo, Orestes Varonis, un ingeniero eléctrico jubilado, quien proporcionó a Newhall un asesoramiento valioso mientras rediseñaba la grabadora para usar componentes electrónicos modernos.
“Hubo mucho tiempo dedicado a la investigación y la experimentación”, dice Newhall. “El grabador ya no utiliza tubos de vacío o neumáticos de goma, y está mayormente construido a partir de nuevas piezas. Tiene un mecanismo de accionamiento más simple y preciso”, aclara.
A partir de ahí, Jon Endres, un productor multimedia especialista en medios con el Centro Cummings, fue capaz de poner las grabaciones en un formato digital.
“Parecía que estaba ayudando de alguna manera a llevar estas voces al presente, voces que se habían perdido en el registro histórico”, dice Endres.
“El descubrimiento de este único cartucho que contiene una grabación perdida significa que estas canciones pueden ser escuchadas de nuevo, pueden ser estudiadas y pueden informarnos de una nueva manera sobre las experiencias, las alegrías y las frustraciones de estas personas desplazadas”.
El Centro Cummings compartió el descubrimiento con el Museo Memorial del Holocausto de los Estados Unidos en Washington, DC, y su personal ayudó con las traducciones. El museo ahora tiene una copia digitalizada para su colección.
Investigadores de todo el mundo han contactado con Baker, ansiosos por visitar el Centro Cummings y estudiar las grabaciones de Boder.
“Estas canciones, en las voces de aquellos sometidos a crueldad indescriptible, son un recordatorio del poder de la memoria, el valor de la historia y el espíritu humano indomable”, señala Baker.
“Oírlos cantar de nuevo después de 70 años de silencio le da al mundo una mayor comprensión de las circunstancias y experiencias de aquellos que fueron testigos de un capítulo oscuro en la historia humana”.