La Habana, 25 oct (JIT) - Las alineaciones sabidas antes del Clásico eran ciertas. No era una tomadura de pelo de Koeman anunciar a Dest de extremo ante el Real Madrid en el Camp Nou.
La posición del norteamericano pretendía crear peligro en área rival y colaborar con Mingueza en la propia, sobre todo por las internadas de Vinicius. Pero no consiguió ninguna de las dos.
Aparecerse con semejante medianismo en un Clásico, más que osado resultó un despropósito. Vinicius correteó al lateral francés y lo puso en evidencia cada vez que tocó la pelota.
Apenas comenzaba el partido cuando tuvo que utilizar las manos dentro del área para frenar al brasileño. Logró hacerlo con tal suerte que servía tanto pitar penal como no hacerlo. El árbitro escogió lo segundo.
En la próxima jugada, una de tantas que el conjunto blaugrana intentó con Memphis, Alba y Fati por donde defendía Lucas Vázquez, encontró Serginho un balón suelto dentro del área que mandó a las gradas: un desperdicio impropio de estos clásicos si quieres salir del lado ganador.
El Madrid tenía la pelota a partes iguales con el rival, eso sí, sin sentirse cómodo. El Barça subía temerariamente su línea defensiva como para asfixiar a los blancos, pero con ellos solo logró dejar espacios para la salida por los laterales, donde Vini seguía teniendo una marcha más que su marcador y hasta se daba lujos dentro del área regateando dos veces al portero.
Navegaba bien el visitante en las contras, Toni Kross anulaba cualquier intento de Gavi de disfrutar su primer Clásico. El alemán destruyó cada intento del jovencito, como arruinaba el idilio que le da la continuidad con Koeman y la llamada de Luis Enrique a la selección. Los clásicos son harina de otro costal y eso lo aprendió bien viendo como Toni repartía misiles de largo alcance ante su mirada impotente.
Entonces llegó el gol del Real Madrid. Hinchado de llegar y no disparar, Memphis perdió una pelota ante Alaba y el austríaco comenzó una cabalgada de tantas que se esperaron de Mendy sin llegar. Descargó con Vinicius y este quebró a Mingueza, le dejó detrás con lujo, con desparpajo y también con saña. Con todo el terreno por delante, devolvió la pelota, el central descargó entonces con Rodrygo y este la puso al borde del área donde el mismo definió holgado ante Ter Stegen.
Para el segundo tiempo Koeman señaló al lateral francés y sin saberlo a él mismo. Puso en la cancha a Coutinho en el lugar de Dest, y a este le retrasó al puesto que dejó en Mingueza, quien no salió de los camerinos luego de la humillación del 20 madridista.
El blaugrana tuvo entonces oxígeno, creó peligro, pero Fati y Memphis no estaban por la labor de marcar. Apenas un tímido disparo del primero a las manos de Courtois no alcanza si pierdes ante el Madrid.
El paso de los minutos sin marcar confirmó las sospechas de que el Barça debería jugar a todo o nada y arriesgar más de lo que podían perder. Necesitaban los culés pólvora y metieron al Kun Agüero, uno que va sobrado, y a Luuk de Jong, quien en el papel juega partidos de delantero, pero no marca. Quizá por eso le condenaron al banquillo en Sevilla o le silban en el Camp Nou ante la testarudez de Ronald.
A poco del final el Barça rasgó sus vestiduras y dejó el pudor por el suelo para mandar a Piqué al frente de ataque. Tienen que estar las cosas muy mal para depender de tu central de cara al gol. Pero Madrid queda lejos de Kiev y cobró la apuesta de doble o nada. Lucas Vázquez mandó a Marco Asensio a la guerra contra nadie y recogió el rebote del portero culé para sentenciar el partido con el 0-2 en el descuento.
Dos defensas ponían en inmejorable condición al Madrid. Estos partidos se ganan en las áreas y allí fueron mejores los blancos, en la propia y la rival. Quedó tiempo para que el Kun maquillara el marcador con un gol anecdótico.
El Clásico de los jóvenes dejó lecturas contundentes. De un lado el proyecto de crack de Fati apenas está comenzando. Del otro, Vinicius mostró credenciales de estar hecho para grandes cosas, ahí también ganaron los de la capital española.
Después de 90 minutos se confirmó que aún sin su peor partido, al Barça le quedan muchas tardes grises para ver desde la ventana.