El desarrollo socioeconómico de Rusia y sus perspectivas

Editado por Bárbara Gómez
2019-01-10 21:29:26

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Los hidrocarburos son una de las principales fuentes de ingreso de Rusia.Foto:Sputnik.

El pasado 25 de diciembre se cumplieron 27 años de que simultáneamente desapareciera la URSS y se iniciara la transición al capitalismo en Rusia en el llamado período postsoviético.

Esta transición se produjo desde un inicio bajo una política de corte neoliberal clásico, que impuso un costo enorme al pueblo ruso. La desastrosa gestión del gobierno de Boris Yeltsin (1992-1999) hundió al país en el caos y frente a esta oscura realidad, los errores -reales o supuestos- del llamado socialismo real fueron vistos por muchos como un mal menor, frente a un país que pasó a ser una sociedad capitalista empobrecida y de segundo orden.

Esencialmente desde el punto de vista clasista, el país fue dominado por una oligarquía que asaltó la propiedad pública en medio de acelerados procesos de privatización, reduciendo el peso de las empresas públicas al 35% del PIB, mientras que se calculaba que el 30% de la propiedad privada surgida en los años 90 tenía un origen criminal.

En medio de este convulso panorama, la economía rusa decreció a un ritmo anual de -2,9% entre 1992 y el 2001 y el nivel del PIB de 1989 solo se recuperó en el año 2004.

En el ámbito social durante los años 90 Rusia redujo su población de 148 a 140 millones de habitantes; la esperanza de vida en los hombres bajó de 65,5 a 57,3 años; emigraron más de 200 000 científicos; el salario real bajó un 68,3% y las pensiones mínimas reales un 67%; el coeficiente GINI subió de 0,27 a 0,48 y a finales de la década se calculaba que el 50,3% de la población se encontraba en la pobreza, en tanto que la tasa de homicidios se triplicaba y el país se ubicaba entre los veinte más corruptos del mundo.

Con el acceso de Vladimir Putin y Dimitri Medvedev al gobierno ruso –representantes ambos de los grupos económicos de mayor peso en San Petersburgo- se produjo un cambio en la correlación de fuerzas entre la oligarquía y la burocracia estatal que dio por resultado el surgimiento de una política de resistencia frente a la dominación total por el capital extranjero, acompañada por un renacer de políticas nacionalistas y reformistas en defensa de diversos grupos económicos internos.

Simultáneamente –como un elemento esencial- se llevó a cabo una acelerada recomposición y reforma del poderío militar del país, para asegurar nuevamente el papel de Rusia como una potencia a tomar en cuenta en el mundo.

De tal modo, el gasto militar de Rusia, que había descendido de 57 641 millones en 1992 a un estimado de 19 243 millones de dólares en 1998, se incremento nuevamente a 43 535 millones en el 2007,[1] para un aumento de 2,7 veces en nueve años, lo que fue acompañado por una profunda reforma militar. En los cinco años siguientes estos gastos nuevamente se duplicaron, alcanzando los 88 353 millones, para un 4,2% del PIB en el 2013.

No obstante, a partir de entonces y en consonancia con la adversa coyuntura económica que enfrentó el país, estos gastos se redujeron a 66 335 millones de USD en el 2017, para una disminución del 25% sobre el 2013, aunque esto no ha frenado el avance de la tecnología militar de primer nivel en el país.

En ese contexto y precisamente a partir del 2007 –luego de varios años de un inestable acercamiento- se inicia una etapa de confrontación abierta entre Rusia y las potencias occidentales y particularmente con Estados Unidos que no estaban dispuestos a aceptar a Rusia como potencia mundial nuevamente, hostilidad que se ha incrementado desde entonces y que continúa hasta el presente.

Por otro lado, la gestión de gobierno encabezada por Vladimir Putin a partir del año 2000, en medio de una situación internacional en la que se alcanzaron altos precios de las materias primas y el petróleo, unida a una política de desarrollo capitalista que se ha calificado por muchos autores como más racional y marcada por un fuerte nacionalismo, permitió que el país iniciara una etapa gradual de recuperación, con un ritmo de crecimiento de 5,1% anual entre el año 2000 y el 2010.

El mismo tiempo, un grupo de indicadores sociales mostraron una mejoría, ya que a fines del primer decenio de este siglo al nivel de pobreza bajó a un 15,8% de la población y el coeficiente GINI se ubicó en un valor de 0,41, aunque con fuertes diferencias regionales.

No obstante, la crisis económica internacional de los años 2008/2009 golpeó muy duramente al país, que decreció un -7,8% y comenzó nuevamente un proceso de desaceleración en su ritmo de crecimiento, que solo promedió un 2,8% entre el 2011 y el 2014, para iniciar una nueva fase depresiva entre 2015 y 2016, cuando, a partir de un conjunto de factores, marcados por desplome del precio del petróleo, la economía decreció un -2,5 y -0,2% respectivamente

Esta crisis se sumó a las consecuencias que emergen a finales del 2013 cuando estalla un conflicto en Ucrania que amenaza la seguridad nacional rusa, al acceder al poder un gobierno abiertamente pro occidental y anti ruso, que desata una guerra civil.

Rusia reacciona con la ocupación de la península de Crimea –sede de la principal base militar rusa del Mar Negro- y despliega su apoyo a la población rusa mayoritaria que vive en el este ucraniano y que se enfrenta al gobierno del Kiev, todo ello en medio de un conflicto que no ha cesado hasta el presente.

Producto de esta situación, la Unión Europea y Estados Unidos impusieron fuertes sanciones económicas a Rusia a partir de marzo del 2014, que se mantienen hasta el presente y se extendieron nuevamente hasta el primer semestre del 2019 en fecha reciente.

Igualmente han sido muestras de la respuesta rusa al hostigamiento a que se ve sometida, la firma del acuerdo que creó la Unión Económica Euroasiática entre Bielorrusia, Rusia y Kazajstan, a la que se incorporó Armenia posteriormente y también Kirguiztan; la prohibición de la importación de un amplio grupo de alimentos –además de los provenientes de la UE- también los de Estados Unidos, Canadá, Australia y Noruega.

También se produjo la firma de acuerdos estratégicos entre Rusia y China para elevar sustancialmente el intercambio comercial entre ambos países, así como acuerdos de colaboración militar de los que se conocen pocos elementos[3]. A todo lo anterior se suma la expansión de los vínculos económicos entre los BRICS y –especialmente- entre Rusia y la India, además de lo ya señalado en relación a China y también la neutralización de la hostilidad del gobierno turco.

Ante el agravamiento de la situación, el gobierno ruso aprobó en enero del 2015 un plan para enfrentar la crisis que suponía una inyección de más de 35,000  millones de dólares en un paquete de medidas que incluía sostener a las empresas con graves pérdidas económicas o en riesgo de quiebra; impulsar la sustitución de importaciones y la producción nacional, a través de pequeñas y medianas empresas; recortar los gastos públicos entre 5 y 10% durante tres años y preservar el empleo.

No obstante, a la altura de enero de 2016 se anunció un nuevo recorte presupuestario ante el agravamiento de las tensiones financieras.

Las medidas adoptadas permitieron –junto a una mejoría de la coyuntura internacional- que la economía creciera nuevamente 1,5% en el 2017, pero a un ritmo muy bajo para lograr los cambios estructurales que demanda el país. (Continuará).

Tomado de CubaSí.

 



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